Sharad Sapra es, desde enero del 2014, el director del Centro de Innovación de Unicef en Nairobi, capital de Kenia. Este es uno de los 15 laboratorios que laoenegé tiene en todo el planeta, en el que trabajan un total de 12 personas. No son espacios físicos, sino que cada trabajador desempeña su labor desde su propia casa.

«Somos un pequeño grupo de gente dedicada a las nuevas tecnologíascon el objetivo de aplicarlas al tercer sector», explica Sapra. Estos laboratorios de innovación comenzaron a funcionar en el año 2004, pero «Unicef ha estado innovando en los últimos 70 años», matiza.

En el marco del último Mobile World Congress (MWC), Sharad Sapra, que participó en el evento, explica de qué manera lacomunicación móvil puede contribuir al impulso de un mundo socialmente más justo. Así, pone como ejemplo las tres líneas de trabajo principales que en la actualidad desarrollan los laboratorios de innovación de Unicef, entidad de la que Sapra forma parte desde el año 1983.

«Por un lado trabajamos en la información a tiempo real», cuenta. «No nos interesa qué ha pasado, sino qué está pasando ahora mismo». Así, los tradicionales SMS de los teléfonos móviles ordinarios se vuelven imprescindibles. En esto consiste Rapid PRO (también llamado Rapid SMS), un sistema libre y de código abierto que consiste en el envío y recepción de mensajes de texto. El objetivo: que la oenegé esté al tanto de las vulneraciones de derechos humanos o problemáticas sociales que tienen lugar, a tiempo real, en diferentes partes del mundo.

Por ejemplo, en Zambia Rapid Pro fue utilizado para facilitar la comunicación entre clínicas y equipos sanitarios para reducir, de manera significativa, el tiempo entre la recolección de muestras de sangre de niños con VIH y el resultado de los tests. En Nigeria, por su parte, el personal sanitario registró más de 13 millones de nacimientos a través de este sistema. Según Unicef, Rapid Pro utilizado ampliamente en el desarrollo internacional, y diferentes organizaciones han contribuido y contribuyen en la actualidad a aumentar su base de datos.

El segundo eje de trabajo de estos laboratorios de innovación son las llamadas escuelas digitales. «Somos conscientes de que, en diferentes partes del mundo, hay muchos niños que no tienen profesor en las escuelas o que, incluso teniéndolo, el nivel es tan bajo, que ellos mismos saben más que el maestro», cuenta Sharad Sapra. Porque la educación es un derecho básico de la infancia, Unicef trabaja también en la promoción del acceso a la información y el conocimiento de los niños. «Hemos creado los llamados quioscos digitales, es decir, instalaciones que funcionan con energía solar y a través de las cuales se puede acceder a toda la información que uno desea», continúa explicando. Además, la oenegé también promociona el trabajo y la ayuda en red, lo cual permite que profesores de diferentes partes del mundo puedan dar clases a través del programa Skype a alumnos que viven en diferentes países.

«Trabajamos también en la inclusión de la gente joven en el mundo laboral», continúa el director del Centro de Innovación de Unicef en Nairobi. «Muchos jóvenes están muy enfadados porque no encuentran trabajo pese a que han estudiado. Sienten que nadie cuida de ellos y, además, se vuelven vulnerables porque pueden ser explotados por cualquiera. Nosotros tratamos de ayudarles también a ellos», añade.

Es aquí donde entra en juego el tercer eje de trabajo de estos laboratorios innovadores: la plataforma U-Report, que también funciona a través de SMS de móvil y que, entre otras cosas, fomenta el diálogo entre la juventud y las instituciones.

«Lo que hacemos es trasladar las voces, quejas y necesidades de estas personas, que nos llegan a través de mensajes de texto, a los altos cargos políticos», cuenta Sapra. Más de 2.000.000 de personas en 18 países del mundo (la mayor parte de África) hacen uso de esta plataforma en la actualidad.

El valor de este invento radica en que traslada a las altas instuciones lasquejas y reivindicaciones de la ciudadanía. «Es una manera de incluir a la gente joven en la creación de los programas de los gobiernos», destaca Sharad Sapra. U-Report no está todavía implantado en Europa pero llegará a Alemania, Francia, Irlanda y Reino Unido en los próximos meses.

U-Report, además, tuvo un papel clave a la hora de despatar el escándalo Sex 4 Grades («sexo por notas» o «sexo por curso»), acaecido en distintas escuelas de Liberia el año pasado. Unicef, en un trabajo conjunto con el Ministerio de Educación del país, preguntó a los U-Reporters de Liberia si creían que los profesores explotaban sexualmente a los alumnos a cambio de pasarlos de curso o aprobarles los exámenes. En menos de 24 horas, unas 13.000 personas habían respondido. Un 86% de ellas confirmaron las sospechas de la oenegé.

Otro ejemplo: Unicef descubrió una plaga de plátanos en Uganda con solo preguntarles a los usuarios si las hojas de los árboles se estaban volviendo amarillas. Este sistema de mensajes de texto también fue utilizado en países como Guinea, Liberia y Sierra Leona para registrar los casos de enfermos de ébola.

Junto al U-Report, otro de los servicios móviles más exitosos utilizados por Unicef es el Rapid FTR (Family Tracing and Reunification, que significa «búsqueda de la familia y reunificación»), una aplicación móvil de cógido abierto que recoge la información de personas que se encuentran en una situación de emergencia humanitaria, ya sea un desastre natural o un conflicto armado. Esta app comenzó a ser utilizada en el 2004, con motivo del tsunami que se produjo en Indonesia.

«Unicef, entre otras oenegés, está utilizando esta app con los refugiados que llegan a Europa. Muchos adolescentes llegan solos, sin sus padres. Lo que hacemos es poner sus datos en una base para registrarlos», cuenta Sapra. Solo 75 personas en el mundo (certificadas todas ellas y pertenecientes a diferentes organizaciones no gubernamentales) tienen acceso a esta aplicación móvil. El objetivo es que estos datos no caigan en manos de pedófilos o de redes de tráfico de menores.

Trabajo en red

Las previsiones dicen que, a finales de esta década, 5.500 millones de personas en el mundo tendrán acceso a un teléfono móvil. Además,2.000 millones de personas (de los 7.000 que habitan el planeta) tienen menos de 25 años y cerca del 90% de ellos viven en países cuyas economías están en desarrollo. A una edad cada vez más temprana, los jóvenes empiezan a tomar contacto con las nuevas tecnologías.

Como expresó el director ejecutivo de la entidad, Anthony Lake, en el 2014 con motivo del 25º aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño: «Las soluciones [a los problemas sociales] provendrán de nuevas redes y comunidades de innovación que trascienden las fronteras para llegar a quienes resulta más difícil prestar ayuda. Y se originan entre jóvenes, adolescentes y niños».

Los teléfonos móviles a través de los que operan sistemas como Rapid Pro, U-Report y Rapid FTR (todos de código abierto) son Android y poseen una tecnología 2G, es decir, modelos baratos cuyo acceso es relativamente fácil. «No requieren de internet y colaborar con nosotros es gratis», desvela Sarad. Además, con frecuencia en África un teléfono móvil es utilizado a la vez por cinco personas (la oenegé tiene los datos de todas ellas, así como del teléfono del que hacen uso).

Aun así, el director del Centro de Innovación de Unicef en Nairobi destaca que, lejos de lo que se tiende a pensar, la penetración del teléfono móvil en África es del 80%. Y no solo eso, sino que el 70% de los africanos hacen uso de él. «En África por ejemplo, el pago a través del teléfono móvil está mucho más implantado que en Europa —cuenta—. Cada día en este continente se hacen transacciones por un billón de dólares en total». Esta cifra da una idea de lo mucho que es utilizado el teléfono en este continente.

«Como no tienen bancos, utilizan el teléfono para realizar los pagos», añade Sapra, quien, además de insistir en que los sistemas de Unicef están diseñados para ser utilizados con móviles baratos, recuerda que «los teléfonos no son caros», sino que «son las compañías las que los convierten en productos de alto coste».

Pero la innovación de Unicef no se limita solo a los teléfonos móviles, tal y como expresa Sharad Sapra. «Nosotros vemos muchos problemas en el mundo y tratamos de solucionarlos», explica. Así por ejemplo, el clásico medidor de desnutrición infantil que se coloca en los brazos de los niños fue inventado por Unicef. «La oenegé también inventó la clásica bomba de agua que ahora es utilizada en todo el mundo. Fue en 1972, con motivo de la independencia de Bangladesh», añade.

Unicef ha invertido parte del presupuesto de su fondo de innovación en inventos respetuosos con el medio ambiente. Es el caso de unas compresas hechas de fibra de cáscara de plátano y utilizadas enÁfrica, el Solar Ear (el primer cargador recargable de pilas de prótesis auditivas), un generador eléctrico alimentado con orina o unas escuelas flotantes, que brindan acceso a la educación durante todo el año a niños de Bangladesh residentesen zonas propensas a las inundaciones.