Los motivos basculan entre la imitación, la costumbre, la prisa, la ausencia de pasos accesibles, la comodidad o la inconsciencia, pero la acción es la misma: una persona se planta ante las vías del tren, mira a su izquierda, mira a su derecha, comprueba (o cree comprobar) que no se acerca ningún ferrocarril y entonces cruza. Dos días después de la tragedia de Castelldefels (Barcelona), en cuya estación un tren Alaris se llevó por delante la vida de 13 temerarios que prefirieron no hacer cola para transitar por el paso subterráneo, cientos de usuarios y vecinos continuaban, como si nada hubiese pasado, practicando la arriesgada maniobra, que conlleva una multa de un mínimo de 6.000 euros y un máximo de 30.000.

Pero Castelldefels no fue el único lugar donde los peatones se lanzaron a las vías. En la estación de Figueres (Girona), ayer por la mañana, en tan solo una hora, una docena de personas, un ciclista y dos coches (haciendo zigzag) atravesaron el paso a nivel cuando las barreras estaban bajadas y la señal luminosa encendida. Allí estaba Adrián, un francés que trabaja de camarero. Lastrado por la carga de una pesada bolsa, dijo: "Si soy capaz de atravesar una calle llena de coches, ¿cómo no voy a atravesar unas vías de tren?".

VISIBILIDAD Al sur, en Tarragona, el administrador de infraestructuras Adif gestiona 72 pasos a nivel. Pasos como el de Salou: un hervidero de coches, vecinos que compraban y bañistas. Fernando Baseca, con dos sillas de playa y dos niños de edad escasa, cruzó por donde no debía ante la mirada de un vigilante de Adif. "He mirado a los dos lados antes de pasar. Aquí hay suficiente visibilidad", se excusó.

"Lo que estás haciendo está muy mal". La frase no iba dirigida a Baseca. La frase es de una mujer que atravesó las vías en Miami Platja, en Mont-roig del Camp, donde no hay estación de tren. Molesta por ser captada en plena infracción, y más aún por el simbolismo de esa imagen tras la catástrofe de Castelldefels, la mujer se dirigía al fotógrafo. El marido llevó las cosas al siguiente nivel: pasó de las palabras a los insultos. Y justo arriba, en el puente construido para ir de un lado al otro de las vías, otra mujer, por fin, caminaba por él. Una conducta ejemplar, de no ser porque dijo que la única razón para utilizarlo era evitar ser fotografiada. "¡Esa pasarela me da grima! --dijo--. ¡Cualquier día se va a caer!".

En Sant Pol de Mar (Barcelona), la barrera estaba bajada y un altavoz emitía un aviso, pero eso no impedía que los transeúntes pasaran de un lado a otro en forma y tiempo no permitidos. "Si no hay pasos subterráneos, ¿por dónde quieren que pasemos?", protestaba un grupo de jóvenes colombianos.

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