El Papa, de vacaciones en los alpes italianos, almorzó ayercon una noticia entre curiosa e inquietante que pretende remover la discutida historia de la Iglesia Católica. La Asociación Orden Soberana del Templo de Cristo, que asegura ser heredera de los míticos templarios, ha presentado una demanda contra el obispo de Roma, al que exigen la rehabilitación de la orden, suspendida por el Papa Clemente V en 1307 cuando el entonces rey de Francia, Felipe IV, le convenció de lo herejes que eran y de paso se quedó con sus tierras.

Reclaman al Pontífice el reconocimiento de los bienes decomisados, valorados en 100.000 millones de euros. Esta cantidad incluye las 9.000 propiedades que, aseguran, tenían en Europa, sin contar los derechos sobre tierras, pastos, molinos y derechos portuarios, incluidos barcos de transporte y de guerra, cuya amortización con el paso de los siglos quizá haya mermado algo su valor.

En la denuncia, presentada en los juzgados de Madrid, los hijos de los templarios aseguran no tener intención "de producir la quiebra de la Iglesia" y afirman que no buscan que se les devuelva lo que creen suyo, sino que el tribunal entienda "la magnitud de la operación tramada" contra la institución. La demanda no fue admitida en primera instancia y la orden espera que se resuelva el recurso interpuesto ante la Audiencia Provincial de Madrid.

Mientras, Benedicto XVI aprovecha su descanso para escribir el segundo volumen de su libro Jesús de Nazaret . Según el Vaticano, el Papa dedica las mañanas a la lectura y a pasear con su hermano Georg, también sacerdote, y las tardes, a tocar el piano.