Amedida que pasan las horas aumenta el grado de devastación que ha dejado el fuerte temporal de lluvia y viento que ha azotado con inusitada violencia el archipiélago portugués de Madeira, en el oceáno Atlántico. La borrasca, que llegó a las islas el pasado viernes, descargó su máxima furia el sábado, durante quince horas ininterrumpidas. Las autoridades cifraron ayer en 40 el número provisional de muertos y en más de un centenar los heridos.

"Vamos a continuar la búsqueda de cuerpos. Estamos esperando a los equipos que deben llegar del continente para seguir trabajando sobre el terreno", afirmó ayer el secretario de Asuntos Sociales del Gobierno regional, Francisco Ramos, que expresó su temor de que aparezcan más cadáveres durante las labores de limpieza. Se desconoce hasta ahora si entre los muertos hay algún extranjero, aunque el Gobierno de Londres intentaba ayer confirmar la posible desaparición de un británico.

"Ha sido horrible y espantoso", explicó Nuesa Abreu, una vecina de Funchal, capital de Madeira y donde se concentra el 90% de los 260.000 habitantes del archipiélago. "Las calles se han convertido en auténticos ríos. Incluso vimos a un cadáver flotando en las aguas", añadió. La lluvia y el viento han arrasado casas, carreteras y automóviles, además de tendidos eléctricos. En algunas zonas se han acumulado montañas de barro de hasta cinco metros de altura.

LINEA DE HOTELES Tampoco se han salvado de la fuerza del temporal los barrios acomodados de la isla, como el de Pena, la urbanización de lujo donde reside el presidente del Gobierno regional, Alberto Joao Jardim. En esta zona, la riada se llevó por delante un coche de bomberos, que arrastró a su vez a varios coches con un niño y adultos en su interior. En la parte baja de la ciudad, a orillas del mar, se trabajaba ayer con ahínco para despejar los kilómetros de costa que albergan complejos turísticos y hoteles de lujo. "Los bomberos han empezado a levantar pequeños muros para desviar el agua hacia el mar", explicó el francés Thomas Faudry, empleado en un hotel de Funchal.

El primer ministro portugués, José Sócrates, que visitó el pasado sábado el archipiélago, situado a 900 kilómetros al suroeste de Portugal, prometió "toda la ayuda necesaria". Desde Lisboa han partido varios aviones y helicópteros y una fragata militar con ayuda médica y humanitaria. Asimismo, efectivos de la Fuerzas Armadas trabajan para abrir las carreteras bloqueadas por montañas de lodo y rocas y para habilitar puentes que se han venido abajo.

Hay aldeas de Madeira, isla que da nombre al archipiélago, que permanecen todavía incomunicadas. Es el caso de Curral das Freiras, un pueblo de unos 4.000 habitantes situado en la zona montañosa en pleno centro de la isla.

CADENA DE SOLIDARIDAD La prensa local informó ayer de la creación de una cadena espontánea de solidaridad entre los habitantes de Funchal. "Algunas personas han empezado a preparar comida para otros y a prestarles ropa", dijo un habitante de la capital.

El rey Juan Carlos habló el sábado por teléfono con el presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, a quien le transmitió las condolencias por los fallecidos a consecuencia del terrible temporal. Lo mismo hizo el presidente francés, Nicolas Sarkozy. El futbolista del Real Madrid Cristiano Ronaldo, que nació y se crió en Funchal, mostró su preocupación por el estado de sus compatriotas y ofreció su ayuda. "Es una gran catástrofe, una tragedia sin precedentes", manifestó el delantero.