La trayectoria de Antonio Cañizares guarda una gran similitud con la de su principal valedor, Joseph Ratzinger. Ambos fueron en su día teólogos progresistas en el seno de la Iglesia nacida del Vaticano II, pero con el tiempo acabaron abjurando de aquellas convicciones, con las que se han mostrado muy beligerantes. Cañizares está preocupado por la unidad de España como bien moral, es partidario de que los fieles "comulguen en la boca y de rodillas", y se muestra escandalizado por la posibilidad de que las mujeres aborten.