La tierra se halla en un periodo de actividad sísmica intensa. Los fuertes temblores que sacudieron Alaska y Chile en los años 60 fueron seguidos por tres décadas de seísmos menos intensos.

Sin embargo, el terremoto de Sumatra del año 2004 dio paso a una temporada de sacudidas de gran intensidad, algunas de ellas de una magnitud por encima de 8 en la escala de Richter, la zona de los temblores ultraintensos.

El seísmo de ayer en Turquía, de una magnitud de 5,9 y que causó 51 muertos, viene a sumarse a los recientes terremotos de Haití (magnitud 7), Chile (magnitud 8,8) y Taiwán (magnitud 6,4). El movimiento de tierras en Turquía constituye un episodio más de esta turbulenta temporada.

Este es el cuadro que dibuja Xavier Goula, jefe de la sección de Sismología del Instituto Cartográfico de Catalunya. "Sin embargo, la aparición de grandes temblores no es efecto de algún fenómeno geológico extraordinario", puntualiza el investigador. "Concentraciones de eventos como este siempre se han dado y son fruto del azar", aclara. Según la agencia geológica estadounidense US Geological Survey, cada año se espera un promedio de un terremoto de una magnitud superior a 8, una veintena de entre 7 y 8 y más de 100 entre 6 y 7.

Asimismo, el sismólogo considera del todo improbable que los recientes terremotos guarden alguna relación entre sí.

Por otro lado, el científico alerta de que el seísmo de Turquía sí podría desencadenar otros en su entorno más inmediato. La sacudida se ha dado en el norte la falla anatólica, que recorre la parte septentrional de Turquía y alcanza el mar de Mármara, enfrente de Estambul. Algunos investigadores opinan que esta falla está muy cargada. Por efecto de esta situación, un terremoto ocurrido en agosto de 1999 inició una serie de cuatro sacudidas que se dieron hasta noviembre de ese mismo año a lo largo de la falla. Así, el último terremoto podría producir un efecto dominó que podría afectar a la misma capital, Estambul.

SIN TIEMPO A DESPERTAR La naturaleza y la miseria volvieron a aliarse ayer contra los más desamparados, esta vez en el empobrecido este de Turquía. A las 4.32 de la mañana (una hora menos en España), la tierra tembló bajo las aldeas de la provincia de Elazig durante un minuto y los techos se derrumbaron sobre los vecinos sin que apenas les diera tiempo a despertar. En total murieron 51 personas y decenas resultaron heridas.

El epicentro del seísmo, de una magnitud de 5,9 en la escala de Richter, fue un grupo de pueblecitos situados en una zona de montaña, a más de 1.000 metros de altura, pero el temblor pudo sentirse también en la capital de la provincia, donde provocó la rotura de ventanas, y en varias provincias vecinas.

En las aldeas más afectadas, dedicadas a la ganadería de subsistencia, la mayoría de las casas dañadas eran de adobe y piedras, por lo que no resistieron el embate del movimiento de la tierra.