El Rif, la región más pobre y marginada de Marruecos, ha vuelto a ser azotada por el destino. En la madrugada de ayer, un violento terremoto sacudió toda esta zona del noreste marroquí, cebándose con especial fiereza en la provincia rifeña de Alhucemas. Allí, el seísmo, que alcanzó 6,5 grados en la escala de Richter, devastó decenas de aldeas y derribó numerosos edificios. A última hora de la tarde, la Magreb Arab Press, la agencia de noticias marroquí, informó de que el terremoto había causado 447 muertos y 250 heridos. No obstante, las autoridades reconocieron que esa cifra podía llegar a los 300 fallecidos.

El movimiento telúrico se produjo a las 2.30 de la madrugada del martes, sorprendiendo a los habitantes de Alhucemas en pleno sueño. En la capital, los edificios resistieron. En los alrededores no hubo tanta suerte. Cientos de personas quedaron atrapadas bajo los escombros de los edificios de las ciudades colindantes y bajo las paredes de adobe de las casas de las pedanías más cercanas.

LOCALIZACION DEL EPICENTRO Según Jabur Naser, del Laboratorio Marroquí de Geofísica, el epicentro del seísmo se localizó en la comuna rural de Ait Kamra, a 19 kilómetros de Alhucemas. De hecho, esa comuna, la de Beni Abdala, y la ciudad de Imzuren fueron los lugares donde el seísmo causó más muertos.

Sólo en Imzuren murieron 164 de las 447 víctimas del terremoto. Además, las autoridades señalaron que, en esa localidad de alrededor de 20.000 habitantes, aún no se habían rescatado ni al 10% de las personas que estaban bajo los escombros. En Imzuren, todos denuncian la falta de medios. "Aún hay mucha gente bajo las ruinas y no tenemos equipos para sacarlos. No tenemos ni grúas, ni perros, ni máquinas para cortar vigas," explicó el alcalde, Hasan Hmiduch.

"Oímos sus gritos pidiéndonos ayuda, pero no podemos hacer nada por ellos porque no tenemos con qué rescatarles", denunció Mohamed, un habitante de esa ciudad. "Al menos 25 o 30 edificios de apartamentos se han derrumbado", aseguró, señalando a la multitud de vecinos que, como podían, intentaban buscar supervivientes entre las ruinas de un edificio de tres plantas.

CON LAS MANOS Decenas de hombres se afanaban con las manos desnudas en retirar escombros, estirando de cables o desplazando, todos a una, vigas de cemento. Incluso varios ancianos intentaban escarbar la tierra con sus cayados.

Pasear por Imzuren era desolador. Cada pocos metros aparecían edificios en ruinas, con las paredes y los techos hechos pedazos. Otros habían aguantado en su estructura pero, al perder pie en la base, habían quedado precariamente inclinados.

El depósito de cadáveres del Hospital Mohamed V de Alhucemas se quedó pequeño ante la avalancha de muertos y los médicos ordenaron el traslado de los cadáveres al puerto para almacenarlos en las cámaras frigoríficas destinadas al pescado.

El miedo atenaza a los habitantes de toda la región afectada, donde se calcula que viven unas 400.000 personas. Nadie se atreve a volver a sus casas, y las potentes réplicas que por la tarde lo sacudieron todo de nuevo disuaden a los más valientes.

MIEDO A VOLVER A CASA En Imzuren y Alhucemas, familias enteras prefirieron abandonar sus apartamentos e instalarse en las plazas y los solares. Allí, como quien está de picnic, pasaron la jornada sentados sobre mantas extendidas en el suelo. "Yo por ahora no me atrevo a volver a casa, aún tengo miedo," explica Ahmed, que se instaló con su esposa y su bebé en la plaza de Alhucemas.

El de ayer fue el terremoto más mortífero de toda la historia de Marruecos, por detrás del que en 1960 arrasó la ciudad costera de Agadir, a 600 kilómetros al sur de Rabat, y que causó 12.000 víctimas mortales. Anoche, un nuevo seísmo 3,9 se registró en la Alhucemas.