TPtrimero fue Saddam Hussein , después Bin Laden . Ahora, en un mismo día, caen Gadafi y lo que queda de ETA. Ingenuamente podríamos pensar que la vida es como una película de vaqueros: los malos campan a sus anchas hasta que el sheriff decide imponer el látigo de la ley. Pero si la tardanza del sheriff en un western se traduce en mayor emoción narrativa, en la vida real esa tardanza equivale a miles de víctimas. ¿Y por qué llamarlo "tardanza" cuando era solo conveniencia? Hussein, Bin Laden y Gadafi no fueron malos a los ojos de la comunidad internacional hasta que dejó de interesar su alianza. A partir de entonces son dibujados con cuernos y cola. El mal no solo necesita malvados de oficio sino también que los presuntos buenos hagan la vista gorda.

También ETA ha recibido apoyos, dentro y fuera de nuestras fronteras. Mientras cientos de inocentes perdían la vida en acciones terroristas, los asesinos de la serpiente y el hacha eran considerados por algunos trastornados como miembros de un movimiento romántico de independencia vasca. Para estos, las víctimas del terrorismo son de mentira, como esos figurantes de western que muerden el polvo tras una descarga de pólvora falsa. (La sangre escandaliza menos cuando es otro quien la vierte).

ETA camina sin prisas pero sin pausa hacia un destino justo y necesario: la desaparición. El País Vasco pasará de ser un polvorín a un saloon . Los etarras han aprendido que mientras el sheriff les vigile es más práctico jugar una partida de póker con cartas marcadas que desenfundar las armas. Confiemos en que los buenos de la película no vuelvan a caer en la trampa.