La monja, ataviada con una cofia ondulada que la distinguía como la mandamás de aquel geriátrico de Soria, ya sabía a qué habían ido los policías catalanes. La Guardia Civil había llamado antes para avisarla de que una delegación de los Mossos d’Esquadra necesitaba hablar con una de sus residentes, una de las seis ancianas víctimas de David Vargas, el cura estafador. Invitó a la comitiva a pasar y mandó llamar a la residente. Pero ninguna trabajadora logró encontrarla. Y, al final, la monja no tuvo más remedio que aceptar lo inimaginable y comunicárselo a los agentes: «No está, ha desaparecido». «¿Me está diciendo que una anciana de 91 años se ha fugado?». «-Eso parece».

Los dos policías regresaron a Barcelona perplejos y comenzaron a intuir que para meter a Vargas entre rejas solo quedaba encontrar el dinero robado. Sospechaban que lo guardaba en efectivo, escondido en algún lugar.

ARRESTO SIN PESTAÑEAR / Ese día, los mismos investigadores habían detenido a Vargas en su domicilio del barrio de Gracia. Tras seis meses de instrucción judicial reuniendo pruebas contra un embaucador atípico, la expectación era elevada cuando llamaron al timbre a las 8.30 horas. Vargas no tardó en abrir y, tras pestañear un par de veces, se hizo a un lado y les pidió amablemente que pasaran. Acostumbrado a manipular a quien tuviera delante, obró con la comitiva judicial que se disponía a poner patas arriba su casa y a llevárselo esposado como si se tratara de familiares a los que había invitado.

Aquel piso era el nido de un coleccionista compulsivo, donde cada cajón almacenaba centenares de objetos amontonados sin perder un sentido del orden, por enfermizo que fuera.

Acabada la revisión del piso de Gracia, la comitiva se trasladó a una casa antigua de Sant Vicenç de Castellet (Bages), que contaba con un garaje que Vargas había convertido en un almacén. En su interior, la acumulación de trastos -obras pictóricas, retablos, figuras, estatuas- superaba ampliamente la del piso de Gracia. Demasiados.

Vargas, de 45 años, se había pasado una década, como mínimo, estafando a ancianas, casi todas del barrio de Sant Gervasi de Barcelona, y expoliando parroquias. El sacerdote escogía siempre a mujeres ricas y viudas, a ser posible, con escasos vínculos familiares. Después, valiéndose de una verborrea tóxica -y esgrimiendo su condición de hombre de la Iglesia- se metía dentro de su vida y la dominaba. Las aislaba de los pocos contactos que les quedaban y, finalmente, se apoderaba de todo su patrimonio. Culto, caballeroso y con amplios conocimientos en museología, teología e historia, esas mujeres, todas muy creyentes, lo adoraban.

También apartaba de su entorno a sus víctimas octogenarias. Anuladas y solas, las ingresaba en residencias para la tercera edad, que pagaba con el dinero de ellas. Tanto la casa de Gràcia como la de Sant Vicenç de Castellet pertenecían a dos de sus víctimas. No eran las únicas propiedades que tenía. Los Mossos d’Esquadra ya sospechaban entonces que había por lo menos seis estafadas, algunas ya fallecidas, otras con demencia y otras que, a pesar de estar en sus cabales, seguían idolatrando a Vargas.

seductor de viudas / La anciana de 91 años de la residencia de Soria era de las que seguían creyendo en él. Vargas y ella se conocieron hace mucho tiempo en una capilla de la zona noble de la ciudad, donde el aspirante a cura se forjó como seductor de viudas conservadoras. La mujer, al escuchar que había sido arrestado y la necesitaba, se escapó de la residencia dando esquinazo a los policías que la esperaban, cogió un autobús hacia Cataluña y, siguiendo las instrucciones del propio Vargas, ordenó a una trabajadora de la limpieza romper el precinto judicial que sellaba el almacén de Sant Vicenç de Castellet. Según las sospechas policiales, esa rotura del precinto permitió a Vargas entrar en el almacén y llevarse los objetos de más valor y que más riesgo entrañaban a la hora de incriminarle. El 11 de noviembre, poco después de quedar en libertad con cargos tras su detención, Vargas informó al juzgado de que una trabajadora de la limpieza había roto sin querer el precinto.

No es frecuente que un juez conceda pinchazos telefónicos en un caso de estafas. En este caso, accedió y los policías pudieron escuchar las conversaciones de Vargas. Los investigadores, además de constatar que su capacidad para dominar a las víctimas era abrumadora, dieron con un amigo a quien el cura llamaba constantemente. Vargas había hecho creer a su amigo que estaba a punto de ser excomulgado por la Iglesia y que solo el propio Vargas estaba en condiciones de evitarlo. Con las ancianas usaba estrategias calcadas. En agradecimiento, el pobre amigo hacía cuanto le pedía Vargas, que lo utilizaba como si fuera un mayordomo. Los investigadores citaron a declarar al mayordomo. Vargas. No fue nada fácil convencer a este hombre de que Vargas era un estafador. Pero ante el abanico de pruebas que desplegaron los Mossos d’Esquadra, acabó revelando que el sacerdote le había dado hacía pocos días dos pesadas maletas para que las guardara en su casa. Varios policías y el mayordomo fueron en busca de las maletas. Al abrirlas, los agentes, tras meses de trabajo y semanas de angustia, supieron que habían atrapado al cura estafador. En las dos maletas había más de tres millones de euros en efectivo, 25 diamantes, anillos, libros antiguos, pinturas… era el tesoro amasado durante 10 años de mentiras a ancianas ricas.

AL VACÍO DESDE LA RONDA / Los agentes dejaron las maletas en la comisaría y fueron a larrestar a Vargas, que ya no estaba. Habían pasado casi cinco horas y se había olido la traición de su amigo. Al día siguiente, 17 de diciembre, volvieron a saber de él. Vargas se había lanzado a la Ronda de Dalt desde uno de los puentes. Había caído sobre una furgoneta y estaba herido: fractura abierta en un tobillo y aplastamiento de la columna. Algunos creen que intentó suicidarse. Otros, que hizo lo que se había propuesto.

Tras un mes de ingreso hospitalario, los agentes acudieron al hospital el día en que recibió el alta y se lo llevaron detenido por segunda vez. Con el tesoro en poder de la policía, el titular del Juzgado de Instrucción numero 6 de Barcelona lo metió en la cárcel. En la celda espera la llegada de un juicio al que acudirá la Iglesia, que ya ha anunciado que se personará como acusación contra su exempleado.