Los países en desarrollo presentes en la cumbre de Copenhague respondieron airados ayer al trascender un informe no oficial elaborado por la delegación danesa, la anfitriona de la conferencia, en el que se sugiere, entre otros aspectos, que el próximo tratado sobre el clima se reelabore parcialmente y no sea una prórroga del protocolo de Kioto. Este detalle técnico no es baladí, porque el texto de Kioto, ratificado por todos los miembros de la conferencia salvo EEUU, ya es un instrumento jurídico vinculante en el que los países ricos se comprometen a reducir sus emisiones de CO2.

El texto también sugiere que los países emergentes deberían marcarse un año en el que alcanzar su máximo de emisiones. China, la India, Brasil y Suráfrica no hablan de fechas. Para el total mundial, se debería llegar al pico en el 2020. Teniendo en cuenta el crecimiento demográfico, eso significa que las emisiones permitidas a los pobres serán muy inferiores a las de los ricos.

Yvo de Boer, el jefe de las negociaciones, tuvo que apresurarse a declarar que el documento no tenía validez y que era uno de los que se estaban analizando. "Los únicos textos formales en el proceso de la ONU son los que los delegados ponen en la mesa de negociaciones por encargo de las partes", aseguró.

MALESTAR Sea como fuere, el documento causó gran inquietud en los pasillos de la conferencia. Para Lumumba Stanislas Dia-Ping, jefe de la delegación del G-77 (países en desarrollo), el texto es una "violación grave que amenaza el éxito del proceso de negociación".

Este texto tiene por objeto, prosiguió el delegado sudanés, "elaborar un nuevo tratado que va a tirar por la borda las obligaciones de los ricos hacia los pobres". Para Antonio Hill, de Oxfam, "los daneses tienen ahora la responsabilidad de clarificar la situación".