TQtué puedo decir, después de que hayan pasado estos días desde que te fuiste, además de expresar el dolor tan profundo que supone para mí, tu pérdida.

¿Que siempre fuiste mi referencia? Sí, es verdad, siempre lo fuiste.

Cuando era pequeño, en Monesterio, esperaba a que llegaras de Sevilla de esos exámenes de tu carrera de Historia, hecha con tanto sacrificio. La hiciste libre, como entonces se decía, sin presencia lectiva, con los apuntes que podías ir consiguiendo de algunos compañeros con los que pudiste mantener contacto. Todo ello, mientras ejercías la docencia de maestro vocacional. Recuerdo aquellos libros con láminas en blanco y negro, que subrayabas de rojo y negro. La Historia del Arte del insigne Angulo Iñiguez o la Historia de la Pintura Española del mismo autor. Años de trabajo y estudio y de mucho esfuerzo.

Te recuerdo siempre trabajando, cuando la docencia se ejercía mañana y tarde en aquellos horarios interminables. Después en Cáceres, Colegio Diocesano, Instituto Nocturno, academias de enseñanza, oposiciones... Había que pagar las facturas, el piso y el coche. Recuerdo cuando mamá te recriminaba que solo te permitías ponerte malo durante los fines de semana.

Recuerdo nuestras tardes familiares de domingo de buen tiempo en el campo, cuando el campo no estaba vallado y las familias de Cuéntame poníamos nuestras sillas de campo y mesa y tortilla de patatas con fiambrera y filetes de pollo empanado, entre encinas a las afueras de Cáceres. Cuando nos bañábamos en verano en Valdesalor o El Galindo, antes de que las piscinas de la Ciudad Deportiva o de la Cañada fueran lo habitual ya en los 70.

Y te recuerdo escribiendo, siempre escribiendo y leyendo en aquel pequeño despacho que atiborraste hasta la bandera de libros que se caían de las estanterías y que convertiste en tu santuario humanista.

Frente a la descalificación y al odio que hoy por desgracia se destila con tanta frecuencia, tú, desde muy pequeño, me quisiste enseñar a ver la realidad de forma poliédrica, con más de una perspectiva, al margen de tus propias ideas. Representaste para mí, el auténtico espíritu de esa reconciliación que fue la transición española.

Viviste en tus propias carnes la paradoja de aquellas situaciones surrealistas que se produjeron en aquella desgraciada guerra y quizás por eso también me la supiste contar sin sectarismos, ante los horrores que se cometieron en los dos bandos. Tu padre, mi abuelo, comandante de puesto de la Guardia Civil en Hervás durante el alzamiento, fue el único jefe de puesto de la provincia de Cáceres que no quiso alzarse contra la República. Siempre lo explicó diciendo que él había jurado fidelidad a la Republica al ser nombrado. Tuvieron que mandar los sublevados una columna desde Cáceres para rendir el puesto. Cárcel, consejo de guerra y, al final, no lo fusilaron no sabemos por qué.

Quizás esa lección de honradez y lealtad, incluso en contra a veces de tus propias ideas, se grabó a fuego en ti y generó, esa noble integridad que era tu seña de identidad.

De aquel despacho salieron cientos y cientos de artículos de historia, críticas de arte, ensayos, biografías, poemas, en definitiva pensamiento humanista que destilaba amor por esta vida.

El hombre que se enriquece en el pensamiento y es capaz de trasladar lo mejor de sí mismo y de lo que hacen los demás, a los demás. Pero siempre desde el respeto, sin herir, resaltando virtudes y atenuando defectos, como hacías en aquellas críticas de arte durante tantos años.

Y siempre lo hiciste desde la generosidad de tu pasión, tu altruismo, filantropía y solidaridad. Jamás cobraste por un artículo, jamás pediste nada a cambio por tu sabiduría, solo lo hacías por autentico y genuino amor al arte, a la historia y al pensamiento humanista.

Ese ejemplo me has legado padre, como mi profesor que lo fuiste, como mi amigo más fiel y como mi padre, siempre como mi padre, con toda la grandeza que esa palabra representa.

Muchos como tú hoy hacen falta en estos tiempos de regresión, de trincheras ideológicas y de deshumanización.

Qué buena herencia me dejaste padre, que buen espejo en el que mirarme, cómo no te voy a querer.

Sirvan estas líneas de despedida de su columna semanal y de agradecimiento en su nombre a este medio tan querido para el.