Nada más desaparecer Mariluz Cortés la tarde del 13 de enero del 2008, su padre, Juan José, tuvo muy claro que si la gente se olvidaba del caso su hija no aparecería. Y puso en marcha una fórmula repetida en sucesos similares como el de la adolescente sevillana Marta del Castillo. Todas las tardes, hasta que apareció la pequeña, el abnegado padre convocó a la prensa a las puertas de su casa para informar de los avances de la investigación y de la recogida de firmas a favor de la cadena perpetua, o para expresar su indignación cuando se supo que un error judicial había permitido que Santiago del Valle, el principal sospechoso, estuviese en la calle cuando desapareció Mariluz pese a tener pendiente una condena por abusos a su propia hija.

Show

Pero esa "magnificación del poder de la prensa", según algunos letrados, ha desembocado en la transformación del caso en un show mediático. "Existe la tendencia a creer que, en la medida en que haya fuerza mediática o popular, habrá más presión sobre la justicia para que esta beneficia a quien presiona, pero eso no es cierto", apunta el abogado de la familia Cortés, Alberto Revuelta, que para asumir el caso a principios de año puso como condición desligarse de cualquier actividad mediática de los Cortés, lamenta este tipo de "interferencias".

Al igual que otros profesionales, defiende que los abogados no deben prestarse "a ciertas aventuras" y tienen que hacer un ejercicio serio y ético. Una responsabilidad con la justicia, dice, que también tiene que venir de la propia prensa: "Los periodistas deben esforzarse por evitar alentar bajas pasiones no conducen a nada y pueden hacer mucho daño a inocentes".