En marzo, cuando la NASA tenía organizado el que iba a ser el primer paseo espacial protagonizado exclusivamente por mujeres astronautas, una ducha de realidad, recordatorio del legado de años de discriminación, ahogó el hito. En la Estación Espacial Internacional no había dos componentes de torso de talla mediana en los trajes que se adecuaran a los cuerpos femeninos, así que se abortó la que habría sido la primera Actividad Extravehicular (EVA por sus siglas en inglés) 100% femenina y fueron un hombre y una mujer, como muchas veces antes, quienes acometieron la misión. La escritura en femenino plural de otro capítulo en la historia de la exploración espacial quedaba entonces en un bochornoso capítulo. Era solo cuestión de tiempo que esa puerta acabara abriéndose, y está a punto de suceder.

La NASA anunció que hoy o mañana, adelantando una EVA puramente femenina prevista para el día 21, Christine Koch y Jessica Meir saldrán para realizar reparaciones en una unidad de carga y descarga de baterías de la Estación Espacial Internacional que ha estado fallando desde el fin de semana. Será la cuarta vez para Koch, decimocuarta mujer que ha participado en paseos espaciales; la primera para Jessica Meir. Y a 400 kilómetros de la Tierra, flotando sin hombre al lado, entrarán en los anales.

muy contentas / «Es maravilloso contribuir al programa espacial cuando se están aceptando todas las contribuciones, todo el mundo tiene un papel y eso puede llevar a más opciones de éxito», había asegurado en unas declaraciones hace unas semanas Koch, ingeniera eléctrica de 40 años, que reconocía también la importancia de su misión «por la naturaleza histórica» y recordando que «en el pasado, las mujeres no siempre han estado en la mesa».

Meir, de 42 años y bióloga marina, también subrayaba que el hito que están a punto de marcar «muestra todo el trabajo que se hizo durante décadas, todas las mujeres que trabajaron para que llegáramos adonde estamos», pero también recordaba algo más: «Es normal. Somos parte del equipo».

No hay diferencia en «cualificación y capacidades», recordaba hace unas semanas Megan McArthur, número dos del programa de astronautas. Y según la información de la NASA casi un tercio de sus astronautas en activo, 12 de 38, son mujeres. En la promoción del 2013, en la que se presentaron 6.300 candidatas, acabaron graduándose cuatro, entre ellas Koch y Meir. Fue la primera clase en la que hubo paridad de género, con mismos graduados hombres que mujeres.

Es una igualdad que contribuye a recordar la injusticia de la discriminación pasada. La NASA no empezó a aceptar mujeres en su programa de astronautas hasta finales de los años 70. Ya antes, en los años 50, se suspendió un exitoso programa en el que Randolph Lovelace puso a prueba a 13 mujeres cuyos resultados apuntaban a su mejor adecuación para los viajes espaciales o en cuestiones como resistencia al aislamiento o en pruebas de estrés. Y la agencia espacial también tendrá para siempre en su propia historia de infamia aquella carta con la que enterró en 1962 los sueños de una niña que tenía la vista puesta en las estrellas: «No tenemos planes para emplear a mujeres en viajes espaciales por el grado de entrenamiento científico y de vuelo y las características físicas que se requieren», escribieron.