Ha muerto Tomás Durán Calle, un hombre bueno, un hombre honrado que hizo honor a su padre, Julio Durán Pérez, con su ejemplar vida.

"Porque el rostro de mis niños no reciben los besos de su padre", decía cuando estaba encarcelado Julio Durán Pérez, el mejor alcalde que nunca tuvo Plasencia. Su rostro nunca recibiría los besos de sus hijos, pues el criminal levantamiento franquista segó de cuajo la vida de Julio en una aciaga mañana de 19 de agosto de 1936, con un tiro en la nuca, lo que jurídicamente constituye, leo en una sentencia, la primera y más antigua modalidad de alevosía: el crimen a traición o por la espalda, en el que no existe ninguna posibilidad de defensa.

Esa era la angustia de Tomás y sus hermanos. Se emocionan grandemente cuando hablan de su padre, tienen un sentimiento de amargura porque pudiendo haber disfrutado de él, le asesinaron alevosamente, por ser simplemente socialista.

"¡Es una injusticia muy grande!", claman conmovidos, pues aquellos socialistas, ni eran ni ateos, ni hombres malvados, rojos "malditos", "criminales y asesinos degenerados"- Eran hombres y mujeres luchadores por la justicia, por el amor entre todos, por la igualdad, por la pluralidad, por, en definitiva, una sociedad más humanitaria, más fraternal, más justa.

Esta angustia para Tomás ya no existe. Su vida se extinguió sin poder ver el reconocimiento que Plasencia le debe a su magnífico padre. Nunca han tenido la ayuda y el apoyo de nadie. Han sido siempre considerados como los hijos de un rojo "maldito". Ello pesó como una losa en sus vidas.

Julián Casanova nos dice: "Como ha observado Michael Richards, la etiqueta denigratoria de rojo pasó en la posguerra a designar no sólo la filiación política de izquierda de otros tiempos, sino una suerte de suciedad , el hecho de ser distinto, de ser un paria".

El cariño inmenso hacia su madre es un lenitivo ante tanto dolor. Su labor magnánima, empeñada no sólo en suplir la ausencia de su padre, sino también en preservarles a sus hijos del odio a quienes cometieron el crimen, ha fructificado en la entereza, generosidad y falta de rencor de los hijos, Mary, Julio (+), Fernando, Tomás.

Tomás, amigo, te recordaremos para siempre.

Antonio Sánchez-Marín Enciso