Ni toros ni toreros. No hay indulgencia para nadie, pues si falló el ganado, dos toros de Carmen Lorenzo y cuatro de Román Sorando, tampoco anduvieron lúcidos los espadas.

Daniel Luque y Alejandro Talavante se parecieron en el carácter apagado y estilo taciturno que expresaron frente al toro. Por si faltaba, tampoco el rejoneador Hermoso de Mendoza estuvo muy allá. Así que pesó la corrida como un plomo. Templó a dos pistas montando a Chenel en su primero, toro cada vez más quedado.

Talavante llevó a cabo un primer trasteo picotero, a base de tironazos y enganchones, sin llegar a empezar verdaderamente faena. Anduvo más ajustado en el quinto, al que toreó bien a la verónica, y con el que hubo un prometedor principio de faena por estatuarios. Pero enseguida se impuso la falta de celo del animal, muy corto de embestida, muy parado.

Sobre la marcha proyectó Talavante una especie de parón, recurso muy socorrido con los toros que no se mueven, pero tampoco resultó. El hombre estuvo un buen rato entre los pitones, sin embargo, sin llegar a interesar.