El diestro extremeño Antonio Ferrera, herido de forma aparatosa ayer por el tercer toro de la tarde, de Victorino Martín, en Castellón, está "solo" grave, indicó el parte médico facilitado tras ser operado en la enfermería. Según el doctor Traver, que lo firmó, Ferrera sufre "una cornada de quince centímetros y dos trayectorias en el tercio superior del muslo derecho".

Dada la aparatosidad de la cogida, que produjo abundante hemorragia, en un primer momento las noticias eran muy pesimistas en la inmediaciones de la plaza, aunque finalmente se alivió la situación al conocerse el parte médico definitivo.

El toro fue certero empitonando al torero durante varios segundos. Luego Ferrera se incorporó sangrando mucho, lo que hizo pensar desde un principio en un grave percance. Así el torero fue trasladado te a la enfermería de la plaza, donde al cierre de edición era operado.

El diestro Juan José Padilla, como director de lidia, terminó con el toro y el presidente concedió una oreja a Ferrera que recibió su cuadrilla y que a continuación llevaron al torero herido a la enfermería.

LA CORRIDA En cuanto a la corrida en sí, fue emocionante, por las dificultades y el peligro de algunos toros de Victorino Martín, pero sobre todo por la actitud de la terna, cuyo final fue muy dispar: Ferrera, herido grave, Padilla a hombros y El Fundi también con el triunfo de una oreja.

La corrida se las trajo. Un torero "en el hule", otro por la Puerta Grande, y uno más con el reconocimiento también de una oreja de ley. Tarde de emociones.

Hay que ponderar cuanto antes el valor de los tres toreros, el respeto que merecen Ferrera, Padilla y Fundi, citados en orden inverso a su antigüedad. Tres toreros de ferias que se ponen delante de los toros en puntas, para ellos no hay "afeitado", no lo hubo nunca y posiblemente no lo habrá.

En cuanto al pacense Antonio Ferrera se había jugado la vida sin cortapisas frente a un toro cambiante, que tan pronto iba bien por un pitón como dejaba de ir, y al revés. A veces mostró clase, temple y largura, embistiendo con el morro por el suelo. Tampoco valían confianzas.

El victorino, a las primeras de cambio, se rebozaba, quedándose cortito. Ferrera lo toreó con garra, resolviendo con brillantez incluso algún que otro momento de apuro. Lo malo es que al entrar a matar se dejó ver demasiado, puso el corazón por delante y el toro fue certero, zarandeándole en el aire durante unos segundos de verdadera angustia. La cornada preocupó mucho en principio.