Diez mil trabajadores de la Empresa Municipal de Transportes de Madrid, la EMT, están llamados desde las seis de la mañana de este lunes y hasta el final del próximo día 23 a donar los alimentos que puedan para una recolecta con la que medio centenar de sus compañeros, conductores de autobús, pretenden echar una mano a los arruinados por la pandemia.

La petición, que ha sido apoyada en redes sociales por personajes de la vida madrileña como Ramoncín, el Pirata, experto en heavy metal, o el periodista deportivo Tomás Roncero, se ha extendido por fuera de las cocheras de la EMT, casi todas ellas situadas en barrios obreros, y más allá del colectivo profesional. Ahora, los conductores aceptarán también los paquetes de arroz, bricks de leche o conservas en lata que les den los viajeros.

La idea es acopiar todos los alimentos posibles en las cocheras para dárselos inmediatamente a la red de despensas solidarias de Madrid, un movimiento popular sin jerarquía, de voluntarios de barrio, que nació durante el confinamiento para ayudar a personas aisladas, y que ha ido creciendo en los últimos tres meses a la vista del impacto de la pandemia sobre la economía.

Esta es la segunda recogida de comida que hacen los trabajadores de los autobuses de Madrid. En junio pasado hicieron otra petición entre sus compañeros y juntaron 21 toneladas de alimentos, que cargaron haciendo cadenas humanas y distribuyeron con sus propios coches particulares.

Demasiada pobreza

Jorge Carajo, uno de los conductores que organiza la cuestación, explica que esta iniciativa madrileña busca ayudar a "gente que ya venía muy tocada antes de la pandemia, autónomos que han tenido que cerrar y ahora se les han acabado los cuartos, personas que vivían de los mercadillos y ahora no pueden poner los puestos, inmigrantes que no tienen papeles ni red familiar que les ayude, vecinos que se buscan la vida como puede".

A este veterano de la EMT, vecino de Las Margaritas, uno de los barrios del sur de Madrid que desde este lunes quedan semiconfinados, no le extraña que, antes que en otras grandes empresas de la ciudad, esta iniciativa solidaria haya surgido entre los conductores de autobús. "Es que en otras empresas la gente va y vuelve del trabajo sin ver nada más; nosotros estamos todo el día viendo la calle, y sabemos lo que hay".

Y, ciertamente, en la calle no solo hay viandantes que acuden a sus quehaceres cotidianos; también están las filas crecientes de ciudadanos parados en la acera, esperando en cola a llegar hasta la puerta de alguna entidad que distribuya comida. Las llamadas "colas del hambre", cuya longitud está alargando el virus en el final del verano.

Jorge Carajo, conduciendo su bus en la Línea 139 (Carabanchel Alto - Cuatro Vientos), ve tres de esas colas cada día: una en el propio Carabanchel; otra, las más famosa, en Aluche; y otra en el barrio de San Ignacio. Y varias veces cada jornada, pues su trayecto no es muy largo.

De lo que ve en los barrios, le llama la atención especialmente la dura situación de las empleadas informales de hogar, la mayoría extranjeras sin seguridad social ni paro, "mujeres de muchos países a las que sus jefas y jefes les dicen: 'Mira, estos días no vengas', y se quedan sin cobrar"

Los trabajadores de la EMT pretenden esta vez doblar la cantidad de alimentos recolectada. Les ayudan mensajes como el del Pirata, conductor de programas musicales en Rock FM: "Los buses pueden volver vacíos por la noche, pero lo que no se puede quedar vacía es la nevera".