Hablando de vacaciones y viajes me cuenta mi vecino por el calvario que pasa cada vez que abandona su hogar: tiene un problema de esfínteres viajeros. Es decir, que cada vez que sale de casa le invaden unas enormes ganas de ir al baño. Es en este periplo turístico por los aseos públicos, asegura, en el que por impedir el contacto de sus partes blandas con las tazas de los retretes se ha visto obligado a inventar y poner en práctica más posturas que en el Kamasutra. Yo le comprendo, porque a mí me ocurre lo mismo con los centros comerciales (lo mío son esfínteres consumistas), cada vez que voy a una gran superficie me dan retortijones, pero suelo aguantar el apretón hasta que vuelvo a casa, también por evitar el proceso de socialización del culo con nuevos aseos. Lo curioso es que es más fácil que las bacterias y la suciedad entren por los dedos que por la parte de atrás. Los suecos, que en esto de dejar el culo al aire han sido pioneros a nivel mundial, aseguran que la cantidad de bacterias y hongos que se pueden encontrar en un teclado de ordenador es mucho más elevada que las que aparecen en el asiento de un inodoro. Los científicos de este país se han dedicado a tomar muestras en teclas y retretes y el resultado ha sido que un teclado está infectado con una media de 3.100 hongos y 33.000 bacterias por centímetro cuadrado, 260 veces más que las que contiene un wc, que no alcanza ni las 130 bacterias por centímetro cuadrado. Es decir, que hay más porquería en una oficina, por ejemplo, que en un cuarto de baño. Con todo esto se podría pensar que los suecos tienen el culo más limpio que las manos, pero, realmente, lo que se intuye es que los que andamos todo el día con el ordenador tenemos un trabajo de mierda.