En no pocos casos, la adicción puede más que el miedo al coronavirus. La droga está detrás de numerosas violaciones del confinamiento, sobre todo de las reincidentes, explican a EL PERIÓDICO fuentes policiales. Hasta el décimo día de estado de alarma, las Fuerzas de Seguridad del Estado llevaban 990 detenciones y 114.000 denuncias a personas que salen sin motivo. Este fin de semana la cifra subirá. Y de nuevo una parte de las denuncias no se deberá tanto a la ignorancia como a la necesidad de pillar marihuana, hachís, cocaína, heroína o pastillas.

Las desobediencias proliferan cuando las reservas domésticas de drogas escasean. No es posible contar los casos, porque los policías no tienen tiempo de anotar estadísticas de motivos de quienes quiebran el confinamiento. En ausencia de cifras oficiales, el olfato de los agentes: «Llevo un aluvión de denunciados», dice J. G., suboficial de la Guardia Civil apostado cerca del domicilio de un camello de su demarcación, en Valencia. «Y cuanto menos les dejas vender, más clientes vienen», añade.

El intento de trapichear no es cosa solo de jóvenes. El día 25 lo contó la Policía Foral navarra. En Villafranca, cerca de Tudela, denunciaron tres veces por desobediencia y resistencia a la autoridad a una octogenaria sentada a la puerta de su casa. Llevaba en un bolsillo doce dosis de speed en tres bolsitas, seguramente para venta, pese a que ella declaró a los agentes: «Estoy aquí, guardándole el speed a mi nieta». Al día siguiente, uno de los detenidos por ese cuerpo policial en Tudela no solo iba sin carné en su coche: conducía ebrio de speed y cannabis. Llevaba días seco y había decidido darse un atracón.

También la tensión es creciente en las prisiones. Dos pelotas de tenis al patio de la prisión de Quatre Camins en Barcelona fue el último incidente con drogas en las cárceles. Según informó la cadena Ser, ayer alguien arrojó esas dos bolas desde el exterior que llevaban dos tacos de resina de 30 gramos cada uno. No logró llegar a sus destinatarios.

DESDE LA PRISIÓN /La restricción en el tráfico de drogas preocupa seriamente a los funcionarios de prisiones, convencidos todos los consultados de que es cuestión de tiempo que eso complique el ambiente intramuros. Con la prohibición de vis a vis no entran estupefacientes a los módulos. Se permiten más llamadas telefónicas para relajar la tensión. Pero por más que los adictos hagan pedidos telefónicos, la droga no fluye.

No hay forma de probarlo y, por tanto, es estimación la sospecha que fuentes penitenciarias tienen sobre el papel de la escasez de droga en el duro fin de semana pasado, con plantes en diferentes cárceles, aunque resueltos favorablemente.

De las cárceles que administra el Ministerio del Interior, Picassent (Valencia), con dos incidentes entre presos y guardianes en 12 días -dos funcionarias precisaron atención médica por golpes con el palo de una escoba-, es motivo de preocupación, aunque el más destacado hasta el momento tuvo lugar en El Puerto de Santa María. En sus penales II y III se desató un tumulto con 18 presos, dos de los cuales se subieron al tejado.

No hubo más consecuencias que lamentar, ni menos, que un funcionario mordido en un brazo. Sus compañeros estaban convencidos de que aventó la tensión la falta de vis a vis. Ahora, tras incidentes más recientes, sospechan que se trata de pleitos por drogas. «Es la falta de dinero, de apoyo emocional, de ver a la familia... de todo un poco, y no entra droga», resume un funcionario veterano vasco.

En la calle, el menudeo de droga se ha hecho más discreto, y los precios han subido un cien por cien. Los adictos quedan con su camello aprovechando salidas a por el pan, relata un cotidiano consumidor madrileño de cannabis enriquecido que, ante la carestía, se pasa estos días a los cogollos legales de CBD, no alucinógenos pero sí tranquilizantes, y comprables on line.

En Cádiz, fuentes policiales refieren también el menudeo de droga por «perreros». Generalmente jóvenes con un perro de raza peligrosa. En Madrid, un veterano de la Policía Municipal habla de «los portaleros», que se esconden en un portal, y lo convierten en lugar de cita rápida.