TEtn su comparecencia del viernes pasado, María Teresa Fernández de la Vega aseguró que lo único que quedaba de la dictadura, después de treinta años de democracia, era ETA. Ese mismo día, Mariano Rajoy , en su tónica, acusó al Gobierno de haber roto el consenso que representaban las primeras elecciones libres del 15 de junio de 1977, y el presidente José Luís Rodríguez Zapatero , desde Alemania, resaltó la madurez de la democracia española, en la que se pueden realizar manifestaciones como las que caracterizan al líder de la oposición (más cercanas al insulto y a la descalificación que a las opiniones sobre un hecho histórico).

Hace unos meses, en esta misma columna, yo me preguntaba hacia dónde iba Rajoy con la desmesura de sus ataques personales. Francamente, entonces pensaba que no le llevarían a ningún lado, y hoy sigo creyéndolo, por mucho que se empeñen en decir que han ganado las elecciones municipales y autonómicas.

Es más, no me extrañaría que a él le sucediera algo parecido, porque está claro que sus tácticas están evolucionando. Aunque siga aprovechando la menor oportunidad para lanzar su verbo contra la yugular de su oponente, ya no lo hará con la política antiterrorista como fondo, y parece ser que el talante, del que tanto ironizó cuando eran otros quienes lo reivindicaban, ahora pasará a ser uno de sus compañeros de viaje.

Hace bien porque, después de treinta años de democracia, en los que ha habido gobiernos de todos los colores, el talante es lo que no debe faltarnos. El talante, el respeto, y asumir de las reglas del juego.