Quienes auguran que el final de la Fiesta está más o menos cercano, deberían de haber asistido a las tres corridas de Zafra. En este serial hubo un primer festejo en el que se rozó el lleno, otro en el que casi no cabía un alfiler, y ayer, para rematar, un lleno de no hay billetes. Tendrán que esperar los de los malos presagios, porque este arte, que está incardinado en el alma y en la cultura, parece no gozar de mala salud.

Importante ha sido en este abono triunfal la buena elección de los toros, porque, de los 18, la mayoría dieron muy buen juego. Como decisivos han sido los toreros, tanto a pie como a caballo. Con algún triunfalismo tal vez, pero todos menos --Rivera Ordóñez, por deméritos propios--- salieron a hombros. En resumen, el público se divirtió.

La de rejones, que goza de gran predicamento, resultó triunfal. Se lidiaron toros de Los Espartales, de encaste Murube, todo un lujo, pues cuando un toro de esta procedencia se pone a embestir, lo hace con un galope y una clase inconfundibles. La corrida dio, con alguna excepción, tampoco muy significativa, buen juego, y si a ello se une que los caballeros tuvieron una tarde brillante, se comprende el gran número de trofeos que se cortaron.

Bohórquez tuvo un primer toro muy manejable, pues aguantó toda su lidia por los terrenos de afuera. Sobre el equino Sinfonía cuajó un buen tercio de banderillas, pero malogró el triunfo por el mal uso del rejón de muerte.

El cuarto fue más complicado, porque pronto se paró. Sin embargo, el jerezano perseveró y, sobre Libanés, supo encelar al toro para clavar con ajuste y vistosidad, y así pasear dos apéndices.

El primer burel de Andy Cartagena anduvo justo de raza, pero lo enceló con la premisa de aguantarle en los embroques. La faena subió de tono con los pares al violín, y la vibración que puso en su labor tuvo eco en el público, que le premió con dos orejas.

El quinto tuvo mucha calidad, porque fijo y pronto, nunca rehusó la pelea en los medios. El trasteo fue de hondo calado, primero sobre Magno, y después sobre Bogotá, sobre el que fue cogido y derribado Cartagena. Se repuso y fue premiado con un rabo.

Joao Moura hijo, a sus 17 años, es ya una realidad. Su toreo, que es elegante, se basa en una gran cuadra, a la que él corresponde con una buena monta. Sobre Belmonte cuajó un gran tercio de banderillas a su primero, torerísimo en los remates, con el buen toro cosido a la grupa. Redondeó su labor ante el último, un toro algo reservón.