TEts inaudito lo que está pasando con los programas de televisión del llamado ´mundo rosa´. Al principio eran programas más o menos entretenidos (dependiendo del criterio de cada cual), donde los protagonistas de la noticia contaban pormenores de sus vidas. Una especie de ´revista del corazón´ televisada, inspirada en las que hacen las delicias de casi todos. Más allá de la sala del dentista o de la peluquería, aunque muchos se empeñen en negarlo.

A veces, en estos programas, donde muchas cosas no son lo que parecen, el ambiente se tensaba. Los periodistas presionaban al invitado buscando una exclusiva, generalmente negociada de antemano, y el invitado les seguía el juego por el que se embolsaba un caché considerable. Al fin y al cabo, solo era eso, un espectáculo pactado.

Hoy en día, sin embargo, en algunos de estos programas ya no se ve a los protagonistas. Muchos de ellos murieron sin saber que su vida (o la que algunos pretenden que fue) sería expuesta con el impudor más despreciable ante los ojos de los telespectadores. Otros han de soportar cómo su padre, su primo, su amigo, su cuñada, o su querida, se benefician de ellos a costa de airear escándalos o desencuentros. O lo que es peor, mentiras que alimentan a golpe de talonario.

Es increíble la cantidad de sanguijuelas que pululan por los platós últimamente. Pero lo más increíble no está en ellas, ellas acuden allí donde las llaman. Lo peor está en la dirección de estos programas, que fomentan el escándalo por el escándalo, y abonan el terreno para que se multipliquen estos bichos insaciables.