Los humanos somos más crédulos que los robots y distribuimos mejor que las máquinas los bulos. Así lo han comprobado numéricamente investigadores del MIT, que han analizado los mecanismos técnicos y psicológicos que llevan a que se distribuyan viralmente las noticias falsas en Twitter. De hecho, han comprobado que en Twitter --a cuyos registros históricos tuvieron acceso-- corren más rápido las mentiras o rumores que las verdades. De hecho, un 70% más.

“Los bulos se difunden más rápido, llegan a más gente y calan más hondo que las informaciones verificadas en cualquier tipo de tema”, asegura Sinan Aral, profesor del MIT Sloan School of Management y coautor del estudio con otros dos investigadores del centro, en un estudio publicado en la revista Science. Uno de los autores, Deb Roy, trabajó como jefe de analítica en Twitter desde el 2013 al 2017, y la compañía ofreció datos. El estudio hicieron modelos matemáticos para analizar la trayectoria de varias informaciones y comprobaron, afirman que con sorpresa, el triunfo de la mentira.

Además porque, descubrieron, no son los robots (más o menos orquestados) quienes difunden los bulos sino usuarios bienintencionados. Los investigadores crearon varios paneles de análisis con cuentas automatizadas y otras humanas y vieron cómo las historias falsas tenían un 70% más de probabilidades para ser compartidas que las auténticas, y que una noticia cierta requería seis veces más tiempo para alcanzar un número de visitas que un bulo. Además, si iban incluidas en hilos de conversación (es decir, con argumentos), las mentiras se difundían el doble de rápido.

Más éxito para la política

La investigación analizó 4,5 millones de mensajes a lo largo de nueve años que fueron compartidos por tres millones de personas sobre temas como el atentado del 2013 en el maratón de Boston. Para determinar qué historias eran reales usó varias webs de verificación de datos. De estos mensajes, 126.000 eran cadenas sobre distintas temáticas. Y las falsas que iban sobre política tenían siempre más éxito que cualquier otro tipo de temas.

Los autores atribuyen la mayor difusión de las mentiras a un rasgo psicológico, que a los humanos nos atraen las novedades pero también la recompensa y que en las redes sociales ganan seguidores e influencia aquellos que explican cosas nuevas. “Hay distintos perfiles emocionales para las noticias verdaderas y las falsas”, señala Soroush Vosoughi, el tercero de los autores. “la gente responde a los bulos con más sorpresa y disgusto, mientras que las noticias auténticas producen tristeza, anticipación y confianza”.

Mecanismos de recompensa

Sus investigaciones, advierte, se han centrado solo en Twitter pero admiten que puede darse el mismo caso en otras redes sociales como Facebook, aunque en esta red la recompensa por la viralidad no funciona igual. Twitter muestra como sugerencia de candidato a ser seguido a los usuarios más populares en un tema, mientras que Facebook o Linkedin se basan más en la coincidencia de amigos que tienes en tu círculo.

A su juicio, no solo la novedad o el ingenio -o incluso el negocio- explica los retuits, sino que requiere que el bulo coincida con sus premisas. por lo que, advierten, los mecanismos para parar la difusión de noticias falsas “no pueden ser solo tecnológicos”. Una conclusión que, antes de la prueba científica del MIT, ya habían asumido otros actores, como la Comisión Europea, que ha creado un comité de expertos para diseñar estrategias contra la desinformación.