El Parlamento Europeo intentó dar ayer una señal de alarma ante el explosivo problema sanitario que creará el acelerado crecimiento de la obesidad en la Unión Europea (UE). Pero sus propuestas pecaron de excesiva timidez, limitándose a pedir restricciones publicitarias y el fomento de los buenos hábitos. La obesidad afecta ya a casi 5 millones de niños en la UE y en algunos estados a más del 25% de la población adulta. Aproximadamente uno de cada cuatro niños de la UE ya tiene exceso de peso y la cifra se incrementa cada año en otros 400.000 niños adicionales.

Los equilibrios políticos, la mayoría conservadora de la Eurocámara y la prudencia de muchos impidieron que se propusieran medidas más contundentes. La mayoría de los diputados, por ejemplo, rechazó que se prohíba la venta en las escuelas de productos con altos contenidos de grasa, azúcar y sal.

La Eurocámara tampoco apoyó la propuesta de exigir un etiquetado obligatorio para poder utilizar productos industriales en los servicios de comidas y en los restaurantes. También se rechazó la propuesta para obligar a precisar en las etiquetas de los envases los principales nutrientes (grasas, grasas saturadas, sal, azúcar) y las grasas artificiales parcialmente hidrogenadas que incrementan el colesterol. Los eurodiputados además evitaron mencionar en el informe a las empresas de comidas rápida.

También reclamó "la introducción de controles para restringir la publicidad televisiva de alimentos con altos niveles de grasa, azúcar y sal destinados a los niños" y criticó "la frecuencia e intensidad" de esas campañas en las televisiones.