La protección del lince ibérico se enfrenta a un nuevo desafío con el que la especie espera alejar definitivamente el fantasma de la extinción. Tras asentar la supervivencia de la especie en las últimas dos décadas permitiendo al lince regresar a parte de sus asentamientos originales, el nuevo proyecto de la UE para los próximos cinco años, Lynx Connect, se centra ahora no solo en seguir aumentando la población, sino sobre todo en conectar las diversas colonias repartidas por Doñana, Valle del Guadiana, Extremadura, Sierra Morena y Montes de Toledo. Es un salto cualitativo que, además de enlazar físicamente las poblaciones existentes, logrando la autosostenibilidad, servirá para mejorar su diversidad genética, un elemento vital para fortalecer la especie desde el punto de vista inmunológico.

A falta de solventar unos flecos técnicos y financieros, la UE ya ha informado que el programa Life Lynx Connect creando una metapoblación de lince ibérico genética y demográficamente funcional ha superado los diferentes criterios de adjudicación, tanto de coherencia y calidad técnico-financiera como los de valor añadido. El proyecto, que cuenta con una inversión de más de 18 millones de euros, está previsto que se prolongue en una primera fase hasta el 2025.

Se trata de la segunda etapa de un duro trabajo conjunto entre administraciones públicas, entidades ecologistas e incluso particulares, que comenzó hace dos décadas. Un tiempo que ha permitido rescatar a la especie, que apenas contabilizaba 94 ejemplares cuando se dio la voz de alarma, y dejar atrás el peligro crítico de desaparición. Hoy, el lince se encamina a engrosar la categoría de especie vulnerable, una meta que los expertos sitúan en torno a 2040. Para ello será necesario multiplicar por siete los parámetros actuales, a fin de contar con 750 hembras reproductoras (ahora se contabilizan 160) y ocho colonias más de las ya existentes, según los criterios de la directiva europea Hábitat.

El reto es crear corredores entre los dos grandes núcleos consolidados de población de lince, que están aislados entre sí: Doñana-Aljarafe (en las provincias de Huelva y Sevilla) y Sierra Morena oriental. Este último está conformado por tres áreas contiguas, Guadalmellato, Andújar y Guarrizas (Jaén y Córdoba), que en la práctica funcionan como una colonia, ya que hay ejemplares intermedios, cuenta Luis Suárez, responsable del programa de especies de WWF.

CONSOLIDAR / Este es precisamente el modelo que ahora quieren extender al resto del territorio lince con las poblaciones pendientes de consolidar, ubicados en Campo de Calatrava y Montes de Toledo (Castilla-La Mancha), Matachel (Extremadura) y el valle del Guadiana (Portugal). Y de forma adicional se incluye la creación de dos nuevos núcleos en Sierra Arana (Granada) y Lorca (Murcia). «Ahora llega la parte difícil, porque las poblaciones más jóvenes están creciendo más, mientras que en los núcleos ya consolidados el ritmo se estabiliza», añade Suárez, y se sitúa en el 3%. «Crear nuevas poblaciones lleva un tiempo y hay que conseguir que se mantengan».

Como defendió la consejera andaluza de Medio Ambiente, Carmen Crespo, durante la presentación del proyecto, «la consolidación y conectividad de estos seis núcleos garantizaría la conservación de la especie». «Que cualquier ejemplar pueda llegar a cualquier población, aunque sea complicado por la distancia», resume el responsable de WWF. La conexión física del territorio abre la puerta al intercambio entre las comunidades, mejorando la diversidad genética y fortaleciendo la especie.

Para ello, ya no se trabaja tanto en mejorar la densidad de la población de conejo, alimento fundamental del lince, algo costoso, sino en buscar territorios con alta densidad de este animal. No obstante, el riesgo es que cuando se colmata la zona, el lince se desplaza buscando comida a lugares a veces poco adecuados o donde puede sufrir atropellos, una de sus amenazas.