Hoy hace 138 años que el cielo se tiñó de rojo, de tonalidades verdosas y blancas acompañadas por rayos. Fueron los efectos de una supertormenta solar registrada el 24 de octubre de 1870 que llegaron al sur de Europa --incluso se observaron en zonas más cercanas al ecuador como El Cairo (Egipto)--. Una aurora boreal que de producirse en la actualidad afectaría a las comunicaciones, suministro eléctrico, GPS, redes tecnológicas..., consecuencias que podrían desencadenar un efecto dominó imprevisible. De hecho, la última tormenta geomagnética de características similares --en 1989-- dejó a varias zonas de Canadá sin suministro eléctrico durante un día.

"Puede que hace un siglo no tuviera tantas repercusiones pero ahora hay preocupación por estos eventos de tiempo espacial extremo, ya que pueden poner en peligro a los astronautas, las naves espaciales y los sistemas tecnológicos terrestres", asegura José Manuel Vaquero, un físico de la Escuela Politécnica de la Universidad de Extremadura (Uex) que ha liderado un estudio sobre esa tormenta de 1870, que se repitió el 25 de octubre.

El objetivo de la investigación de Vaquero --en la que también ha participado M Cruz Gallego, de la Facultad de Ciencias de la Uex, junto con investigadores de la Universidad de Lisboa, de la Lusófona y la de Coimbra-- era analizar los registros geomagnéticos realizados entonces para predecir las características que este fenómeno podría tener hoy.

El estudio, publicado en el último número de la revista Journal of geophysical research , revela que los días 24 y 25 de octubre de 1870 dos fuertes tormentas geomagnéticas afectaron al campo magnético de la Tierra. Un fenómeno que probablemente fue producido por un grupo de manchas solares de larga duración, según se desprende de las observaciones fotográficas del Sol realizadas aquel año.

Vaquero explica que las tormentas solares se pueden repetir cuatro o cinco veces en cada siglo y que normalmente están ligadas al ciclo energético del Sol que dura unos once años. "Ahora tenemos un mínimo de actividad solar por lo que en cuatro o cinco años se alcanzará el pico máximo" aunque eso no implica necesariamente que llegara la tormenta solar. Por este motivo, este científico de la universidad extremeña --integrado en el Grupo de Investigación Aire-- considera relevante no solo estudiar los casos recientes de tormentas solares, sino que también cree necesario analizar los registros antiguos para disponer de mayores herramientas a la hora de predecir sus efectos.

No obstante, José Manuel Vaquero también señala que a corto plazo se puede predecir un evento de estas características ya que la nube magnética que provoca la tormenta podría tardar un día en llegar a la Tierra.

TESTIMONIOS DE LA EPOCA El estudio también analiza las noticias que sobre ese 24 y 25 de octubre de 1870 publicaron algunos periódicos de la época. "Tuvimos el grato placer de contemplar este fenómeno meteorológico, que tanto pánico causó a las mujeres y personas vulgares, creyéndolo precursor de guerras, pestes y otros disparates", recogía El Vigilante de Gerona. Este rotativo catalán ya apuntaba en el siglo XIX las causas: "Solo por su influencia sobre las agujas imantadas se cree que es debido al magnetismo terrestre".

Fuertes Acevedo, un físico de entonces que observó estas auroras boreales desde Santander aseguraba que eran como "el reflejo de un inmenso fuego" y la del día siguiente como "brillantes claraboyas hacia el norte de un color violeta rojizo".

Los investigadores también analizaron los datos recogidos sobre estas auroras boreales en Tours (Francia) y Lisboa (Portugal), así como los registros de los observatorios de Lisboa, Coimbra, Greenwich (Reino Unido), Munich (Alemania) y Helsinki (Finlandia), según recoge el servicio de información del Ministerio de Ciencia e Innovación.