La historia del tigre desde el siglo XIX, cuando empezaron las capturas indiscriminadas y el retroceso de sus hábitats naturales, ha sido un camino sin vuelta atrás. Nunca ha habido esperanzas más allá de la supervivencia como pieza de exhibición en zoológicos y colecciones particulares. El último tigre de Bali, según cuenta la literatura naturalista, fue una hembra adulta abatida en 1932. El imponente tigre del Caspio, que antaño se extendía desde Turquía hasta las estepas de Kazajstán, sobrevivió casi tres décadas más hasta que el último individuo murió de un tiro en Irán en 1959. El tigre de Amoy, endémico del sur de China, está tan amenazado que se sabe con exactitud que quedan 59 ejemplares, de acuerdo con el censo del 2008.. Actualmente solo resisten 3.200 ejemplares de tigre en libertad, muy lejos de los 100.000 que se calcula que había un siglo atrás. "Si prosigue el ritmo actual, en 12 años se habrán extinguido", explica James Leape, director general de la asociación WWF.

Sin embargo, este panorama tan sombrío podría cambiar si se cumplen las expectativas despertadas por una conferencia celebrada recientemente en San Petersburgo. En la ciudad rusa, los representantes de los 13 países asiáticos donde aún viven tigres salvajes se comprometieron a multiplicar la población mundial de aquí al 2020. Debería llegarse al menos a 6.000 ejemplares. "Es una misión difícil, pero no imposible", aseguró el primer ministro ruso, Vladimir Putin. "La cumbre ha sido una gran victoria, pero aún falta el compromiso de los gobiernos con la financiación del programa", precisó WWF. Lo que sucede es que algunos países, como Laos y Bután, necesitan algo más que buenas intenciones.

Amuletos y milagros Salvo en zonas de la India y Bangladés donde la agricultura no deja de avanzar, presionada por el crecimiento demográfico, los tigres han dejado de ser un peligro para la seguridad humana y cada vez son menos los ataques en el sector ganadero. El problema es otro: con los hermosos felinos se elaboran preciados amuletos y productos con supuestas propiedades milagrosas. Un estudio elaborado por WWF y Traffic International considera que el mercadeo ilegal puede resultar tan determinante como la pérdida de hábitats.

Entre 1.069 y 1.220 tigres han muerto en los últimos 10 años en Asia, según muestra el informe. Las cifras se han obtenido a partir del análisis de restos recuperados y confiscados por las autoridades locales, incluyendo recuerdos fabricados en piel, pieles, garras, huesos diversos y hasta penes disecados. Fueron localizados en 11 de los 13 países donde viven ejemplares salvajes.

WWF quiere que todas las medidas adoptadas en San Petersburgo sean vinculantes para los países firmantes, especialmente el programa para financiar con 250 millones de euros diversos programas de conservación. Rusia, que ha garantizado 40 millones en los próximos cinco años, se ha puesto como ejemplo de que el milagro es posible. De hecho, el gran tigre siberiano es la única subespecie que mantiene una tendencia al alza, pues hace dos décadas solo quedaban entre 20 y 30 individuos y ahora son unos 500, como recordó Putin. Entre otras iniciativas, Rusia ha prohibido talar los bosques de pino coreano del lejano oriente, un hábitat muy proclive a los felinos.

Todas las partes despiezadas del animal pueden venderse fácilmente en el mercado negro para la fabricación de elementos decorativos, talismanes y afrodisiacos de dudosa utilidad, insiste el informe de Traffic International y WWF. La India, país que concentra la mitad de la población mundial de felinos, es también el que contabiliza más animales muertos, entre 469 y 533. Las siguientes posiciones las ocupan China, Nepal y Vietnam. La especie está protegida en todos los países con poblaciones y se encuentra catalogada en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), pero en muchas ocasiones los gobiernos locales se ven desbordados, concluye WWF.