TLta A-66 ha acabado por seducirme. Durante los últimos 18 años iba y venía de Sevilla en los autobuses de Alsa. Conocía por el nombre de pila a los conductores. Ya no podré contar anécdotas de soldados, emigrantes y viajeros despistados. Esta Semana Santa he cogido el coche y he tardado en llegar a la capital hispalense poco más de dos horas y media. Comparadas con las cuatro horas y media del autobús creo que salgo ganando. Eso sí, hay que estar pendiente de la carretera. La autovía está genial. La cuesta de la Media Fanega, donde antaño me mareaba en el autobús, ahora es un paseo. Eso sí, yo que voy siempre cumpliendo a rajatabla las indicaciones de tráfico me siento un poco mal. Precisamente allí, en unos túneles, había un cartel de la DGT que decía: "Modere su velocidad". El tramo está limitado a 80 kilómetros por hora. Pues bien, delante del cartelón y dentro del túnel me adelantó un tío que iría a 150 kilómetros por hora como mínimo. En fin, cosas de la carretera.

En Sevilla fui al Ikea con el coche y por allí pululaba medio Cáceres. ¡Qué poco originales somos los seres humanos! Siempre nos concentramos como borregos en los mismos sitios.

En casa te pones a montar el mueble. El croquis parece que lo ha pintado tu sobrino. A las dos horas de encajar piezas te das cuenta de que lo has montado al revés y que tienes que llamar al teléfono de atención al cliente de los holandeses. Menos mal que estaba comunicando. ¡Qué alivio! Los torpes somos una vez más legión. Refrán: Perrea, perrea, como borregos en Ikea.