Por Fulgencio Mateo Encina no le conocerán ni sus clientes, que han sido muchos en 49 años de oficio en la plaza Mayor de Plasencia. Pero por Sensi, el Rubio o el limpiabotas no se despista el hombre menudo, siempre con gorra y la caja a cuesta, que entre los soportales de la Plaza se ha hecho tan popular como el Abuelo Mayorga. Con ochenta años a punto de cumplir todavía no se ha jubilado, pero poco le falta. "El 16 de enero, que es el día que nací y por eso me llamo Fulgencio, como el patrón de Plasencia, me jubilo ya y no hay más que hablar" zanja mostrando los callos que tiene en su mano izquierda de cargar con la caja. "Cinco kilos doscientos gramos pesa, que la pesé por casualidad hace poco un día en la plaza de abastos porque ya veía yo que me iba pesando".

Para él la crisis estalló mucho antes que ahora porque el oficio de limpiabotas dejó de serlo con los años. "En los 60 habíamos unos cuantos, pero se fueron muriendo y ya quedo solo yo, pero aquí y en Salamanca" puntualiza. Cuenta que entonces sacaba sesenta pesetas a diario y cien los sábados y domingos. "Pero con el euro se acabaron las alegrías" y no se atreve ni a dar una media, en euros, de lo que puede venir cobrando porque, reconoce, que el principal problema es que cayó la demanda. Explica que nunca ha tenido tarifas, sino que ha cobrado la voluntad y que le convide quien lo desee en cualquiera de los bares, siempre de la plaza Mayor, donde tiene su feudo. Desde El Español al Danubio, donde la figura de Sensi resulta tan familiar para los placentinos.

"Yo no le he pedido grandes cosas a la vida, tener trabajo para sacar adelante a mis cuatro hijos y de este oficio me llevo el cariño de mucha gente". El último limpiabotas de Plasencia niega que su oficio esté ligado a los señoritos. No le gusta ni la palabra. "Yo no tengo queja ninguna del personal, que a mi siempre me ha tratado con respeto y con cariño, y precisamente los señoritos no eran mis clientes porque tenían criados en casa. A mi quienes más me venían eran gente trabajadora, eso sí con un poquito de posibles, que llega el domingo y querían ir bien aviaos" . Aunque recuerda que los que calzaban zapatos eran menos que los que iban en alpargatas, por lo que Fulgencio, que de quien tiene nombre es del patrón de la diócesis de Plasencia, bien puede decir que los tiempos han cambiado mucho.

Cuando en enero cumpla los ochenta arrinconará la caja con los cepillos y los betunes en casa, pero promete que no abandonará la plaza. "A ver qué voy a hacer, si no". El, que fue emigrante en Francia y Suiza de joven, no ha querido jubilarse hasta ahora y tiene la suerte de no tener más problemas de salud que los achaques propios de la edad. Ahora le toca disfrutar con su mujer, Angela, y su larga familia de dieciséis nietos y hasta biznietos de año y medio.