Hacer una historia exhaustiva del concurso familiar por excelencia en la televisión española es ardua tarea, pero no imposible. Cuenta con el comodín del público. En nuestras memorias queda el rumor de frases míticas como «y hasta aquí puedo leer...» o «5 respuestas acertadas a 25 pesetas cada una...».

Diábolo, editorial española especializada en cómic y cultura popular, con la historia de la televisión como emblema fundamental, lanza a la calle Un, dos, tres, responda otra vez, de Miguel Herrero, un cuidado volumen que recoge toda la información necesaria para enfrentarse con solvencia a un Trivial sobre el rompedor programa de Chicho Ibáñez Serrador. No falta nada: las mascotas (Ruperta, Botilde, el Chollo y el Antichollo...), la parte negativa (el profesor Lápiz, Don Rácano, las Tacañonas...) los presentadores, las azafatas, los humoristas...

La obra aporta una guía de programas con las fechas de emisión y la temática de cada edición, fuera esta el terror, Julio Verne, los safaris o Chicago, años 30. Aporta cientos de fotografías, muchas extraídas de las revistas de la época, tales como el incombustible TP (Teleprograma), Supetele, Lecturas, Pronto o Teleindiscreta.

Pero el gran valor de este libro es una minuciosa, casi filatélica recopilación de anécdotas que tras su lectura nos confiere una erudición algo friki. Si quieren ser la sensación de sus amigos y familiares, allá van algunas.

Tras la eterna sonrisa de su primer presentador, el peruano Kiko Ledgard, fluía la pena por el secuestro y asesinato de su suegra, como publicó Semana en 1973. La popularidad de Don Cicuta («encarnación del oscurantismo nacional», según Luis Carandell), uno de los personajes más queridos del programa, casi termina con la salud del actor que lo interpretó, Valentín Tornos, que se volvió huraño y protestón.

Cicuta y sus secuaces de La parte negativa velaban por la corrección de las respuestas, pero no siempre acertaron. No dieron por válido que Hollywood fuera una ciudad de EEUU, ignorando que, además del barrio del cine de Los Ángeles, es una ciudad de Miami de tan solo 7 habitantes con el mismo nombre. Entre las azafatas recordamos a Victoria Abril, Silvia Marsó, Lidia Bosch y la gran bailarina de acento británico Kim Manning. Pero pocos sabrán que también lo fue Agatha Lys, la vedette rubia platino, rápidamente sustituida contra el criterio de Chicho: «Quizá a la señora de algún ministro le molestaba que saliera en el programa una mujer tan atractiva y simpática como ella», dice. Raúl Sender, Fedra Lorente, Bigote Arrocet, Arévalo o Ángel Garó estuvieron a los mandos de la máquina de hacer chistes, a menudo facilones. Chistes de gangosos, de mariquitas o de tartamudos, como los que precipitaron la caída del personaje de Beatriz Carvajal, eran moneda de curso legal de la época. La Loli, prostituta tartamuda, pasó a ser Gafancia, una mujer presa de la mala suerte.

El concurso era limpio, por supuesto. El que ganaba el Seat 124 o el apartamento en Torrevieja (Alicante) lo hacía con todas las de la ley. Pero en las respuestas no podían mencionarse marcas, por Madelmann o Rimmel. En una ocasión, Chicho descubrió un tongo. Una de sus secretarias se conchabó con dos concursantes y les pasó las respuestas. Otra vez se trucó un dado... para que los concursantes no fallaran.

Samuráis, tunos, gaiteros, lagarteranas, tribus africanas o una cabra amaestrada. Todo cabía en el gran cabaret ibérico que fue Un, dos, tres. Kiko Ledgard, Mayra Gómez Kemp, Jordi Estadella, Miriam Díaz Aroca, Josep Maria Bachs y Luis Larrodera hicieron historia en su momento. Este libro les devuelve a ellos y otros la cortesía por haber llenado de sueños tantas noches entre los años 1972 y 2004.