Maestro, licenciado en Ciencias de la Educación, doctor en Filosofía y autor de numerosos libros de política y pedagogía, Gregorio Luri defiende que si la escuela está en crisis no es porque sea una institución vetusta sino porque se ha olvidado de su noble función: reducir la distancia entre la ignorancia y el conocimiento poderoso. El título de su último libro es toda una declaración de intenciones: La escuela no es un parque de atracciones, editado por Ariel.

--Antes que nada, ¿cómo analiza este parón escolar por la pandemia?

--Con muchísima preocupación. Hay niños a los que no les ha ido mal. Son los más tímidos, los introvertidos y los que no les gusta mucho trabajar en equipo o sufren acoso escolar. Pero nos enfrentamos a un problema grave respecto a los estudiantes que han desaparecido completamente de las redes escolares, y podrían ser en torno al 20%. Seis meses sin contacto alguno con la escuela implica perder conocimientos, perder casi un año académico.

--En su libro utiliza la ironía para afirmar que los alumnos ya no son expulsados de clase sino que son «aconsejados para que, de forma voluntaria, salgan al pasillo a tranquilizarse». Insiste en que el colegio no debe ser una democracia.

--¿Cómo va a ser una democracia un colegio? Vamos al colegio precisamente para salir de las relaciones de iguales y movernos en relaciones jerárquicas. En el colegio no estamos para que un igual nos trate de igual sino para que alguien superior a nosotros nos ayude a visualizar lo mejor que podemos llegar a ser. No pasa nada por reconocer que Mozart es mejor músico que yo. No pasa nada por aceptar que un maestro sabe más que yo, eso no va a afectar a la dignidad personal de nadie. La escuela es el lugar donde trascendemos los límites de la familia. Es el lugar donde nos asomamos al mundo. Necesitamos guías, no colegas ni iguales.

--Los coles tampoco deben ser una dictadura.

--Lo contrario de la democracia no es una dictadura. En la escuela hay que tener clara la distancia entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Es una relación vertical, pero no una cárcel ni un cuartel. El maestro que tiene autoridad no es el que tiene poder. El poder tú lo impones pero la autoridad te la tienes que ganar cada día. Un buen profesor sabe motivar y estimular.

--No admira precisamente la educación emocional.

--Necesitamos control emocional porque los incontrolados emocionalmente son insoportables. Quien quiera educarse emocionalmente de verdad que acuda a la gran literatura. Pensamos que tenemos que expresar las emociones, por sí mismas. Pues no. A lo mejor las tienes que reprimir. El problema del sistema educativo es que hemos perdido el concepto de para qué educamos. Cada vez nos centramos más en los procedimientos.

--¿No tenemos que aprender a aprender?

¿Cómo se hace eso? Si hay que aprender a aprender habrá que aprender a aprender a aprender. ¿Cómo se aprende a caminar? Caminando.

--«No hemos venido al colegio a divertirnos», subraya.

Una precisión: lo que digo es que «no hemos venido al colegio solo a divertirnos». Al colegio no se va a sufrir, no es un valle de lágrimas. El placer que debemos buscar es el placer del descubrimiento intelectual, del conocimiento. Ahora se dice que sin emociones no hay conocimiento. Y yo digo que sin conocimiento no hay emociones.

--¿Qué opinión le merecen los libros de texto?

--Que son un instrumento más. Los hay buenos, regulares, malos y muy malos. Lo que me parece terrible es sustituir los libros por unas fichas sin orden y concierto que acaban arrugadas en la mochila del niño.

--Defiende a capa y espada la autoridad del profesor. ¿Por qué?

--Un maestro con autoridad es el mejor aliado que puede tener un alumno. La disciplina -hoy tan denostada- si es necesaria para alguien, lo es para quienes más necesitan el aprendizaje. La escuela debe ser equidad e igualdad de oportunidades. La disciplina no es un profesor con látigo. Es ambiente de trabajo.

--¿Por qué cree que hay que hincar los codos tanto?

--Porque si no lo hacemos nos quedamos sin vida interior. Y no me refiero a memorizar como un papagayo.