Uno de cada cuatro ancianos está desnutrido o en riesgo de desnutrición y los que tienen la salud más afectada por este motivo son los que superan los 80 años, que o bien viven solos o están internados en alguna residencia.

Este es uno de los asuntos sobre los que profundiza el Libro Blanco de la Nutrición en España, coordinado por el catedrático Gregorio Varela Moreiras, presidente de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), que ha sido presentado hoy por la secretaria general de Sanidad, Pilar Farjas, también presidenta de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria.

Los factores que influyen en que los mayores constituyan uno de los grupos con mayor riesgo de malnutrición y que los que superan los ochenta y que viven solos o en residencias sean los más afectados los ha explicado a Efe Varela.

"En las residencias geriátricas hay falta de profesionales que se ocupen de los aspectos nutricionales y de dietética y en muchas ocasiones, incluso, se es demasiado limitante en considerar a la persona mayor siempre como un enfermo", apunta el catedrático.

Pero en ese grupo de población, apostilla Varela, hay personas, "muchas", que son sanas y que aunque tengan patologías leves o un factor de riesgo "no significa que tengamos que limitarles o condicionarles en muchos aspectos de la alimentación".

Los ancianos consumen con frecuencia dietas monótonas y con baja densidad de energía y nutrientes y muchos de ellos, según la publicación, presentan un déficit en la ingesta de calcio, cinc, magnesio, hierro y vitaminas.

"Se han cometido muchas limitaciones con la alimentación de los mayores", insiste el profesor, quien además ha argumentado que en muchas ocasiones no se da a los mayores el tiempo suficiente para comer y ellos "necesitan mucho más tiempo que una persona joven".

Según el presidente de la FEN, "ha habido una tendencia a extrapolar los menús casi escolares o de un comedor de empresa a las personas mayores".

En el caso de las personas que viven solas, sobre todo las mujeres viudas, el riesgo de desnutrición también aumenta porque algunas veces pierden la ilusión de ir a la compra y de cocinar todos los días: cocinan a lo mejor una vez en semana y recalientan los alimentos, con lo que pierden en su dieta mucha vitamina C.

También el descenso del poder adquisitivo es otro condicionante que puede llevarles a esta situación que, según se apunta en el libro, debe ser tratada en un Plan de Nutrición y Salud.

Pero el libro hace también un perfil genérico de la dieta habitual de los españoles: comemos menos cereales, verduras, hortalizas y legumbres de lo recomendado, y sin embargo más carnes grasas, embutidos y alimentos ricos en azúcares.

Es un perfil calórico desequilibrado debido a que la proporción de grasas y de proteínas es mayor a lo deseable y la de hidratos de carbono es menor, pero además tenemos un déficit de vitamina C, de zinc y de ácido fólico.

La alimentación de los niños también preocupa a los nutricionistas, máxime cuando un 45 % tiene sobrepeso u obesidad, de ahí que en el libro se abogue por hacer más atractivos los comedores escolares o por comer en familia porque, según ha dicho Pilar Farjas, el hacerlo así contribuye al desarrollo de los hábitos alimentarios saludables.

Son datos a tener en cuenta, máxime cuando un 10 % de las comidas se realiza en el sofá. Son las "fortalezas y debilidades" de nuestra alimentación, que en los últimos tiempos, se hace en casa.

La crisis está haciendo que el consumo de alimentos en el hogar se incremente ligeramente, según ha señalado a Efe el director general de la Industria Alimentaria, Fernando Burgaz.

"La gente está comiendo más en el hogar que fuera. Está volviendo a comer a casa, a la comida de siempre, de puchero, más propia de nuestro país y eso debe concienciar al consumidor de la importancia de la dieta mediterránea", explica Burgaz.