TLtlegaba a casa a media tarde, le colocaban en la mesa del comedor y allí esperaba pacientemente a que alguno de nosotros fuera a consultarle. Se llamaba Extremadura. Diario Católico . Lo primero que te contaba, con grandísimos titulares, era algún acto del Generalísimo. Tampoco faltaba un artículo titulado La voz del Prelado con el que el obispo adoctrinaba a los fieles. Era frecuente que León Leal nos animara a ahorrar cosa que yo no podía hacer dada la escasa soldada que me concedían. Proliferaban las listas de donativos para Cáritas, para la cena de Noche Buena, para comprar la medalla que le habían concedido a alguien. Los Ecos de sociedad daban cuenta de los viajes de las personalidades cacereñas, de sus peticiones de mano y bodas, de los éxitos de sus hijos en algún examen o de la rápida curación de alguna enfermedad. Nosotros aparecíamos alguna vez: "Ha salido con destino a Tornavacas para pasar sus vacaciones de verano D Urbano Sánchez Yusta y familia". Nos citaba a una conferencia, a una manifestación pro Gibraltar, a los ejercicios espirituales. La cartelera daba cuenta de las películas que exhibían en Gran Teatro, Norba y Capitol con su correspondiente calificación moral. Los lunes nos ilustraba con las hazañas del Cacereño, con Barbero, Gañán, Navarro y otros como protagonistas.

Lo que más me divertía era la reseña del pleno de la Diputación que no era otra cosa que la relación de temas tratados y aprobados por unanimidad pero que siempre concluía con la misma frase: "Y el señor Grande Baudesón (que era el presidente) levantó la sesión". Hacia los catorce años me entró el gusanillo de escribir y envié algún artículo que a mi me parecía inmejorable pero D. Dionisio Acedo, que era el director, no estaba de acuerdo con mi apreciación y no lo publicaba. Hasta que apareció uno. Ya estudiante en Salamanca me llegaba el periódico protegiendo el paquete de viandas que me enviaba mi madre. Desde entonces me ha seguido acompañando, en papel o en la red, en todas partes.