TAt veces una misma raíz nos puede llevar por derroteros dispares. La urbs latina generó un concepto que tiene que ver con la buena educación y otra vertiente que derivó en la planificación de las ciudades. Mientras la urbanidad ha permanecido bastante fiel a sus orígenes, el urbanismo ha acabado por vincularse con un complejo entramado de intereses. El difunto Gil tuvo la gallardía de decir que había optado a la alcaldía para vender pisos y hacerse más rico de lo que ya era. Otros han hecho lo mismo pero sin atreverse a confesar sus intenciones. No hay ciudad en la que la concejalía de urbanismo no sea el departamento más codiciado en pactos entre fuerzas políticas o en las luchas internas de los propios partidos gobernantes. Allí se cuecen las ganancias más rápidas y fáciles, se convierten huertas en pisos de lujo y se controla (o descontrola) el mapa de las ciudades. Marbella era el paradigma de toda esta historia, el lugar donde el dinero negro de los ladrillos fluía sin causar estupor para comprar parcelas, casas, apartamentos, voluntades y votos. Sería bueno que la operación de la semana pasada sirviera para poner coto a tales desmanes y sería mejor empezar a tirar de esos hilos turbios del urbanismo especulativo que son capaces de cambiar gobiernos en comunidades autónomas, prometer millonadas a cambio de un voto en la aprobación de un plan general o poner el interés común en manos de quienes sólo ven lucro infinito en una necesidad tan básica como la vivienda. El urbanismo, más que nunca, necesita un poco más de urbanidad. http://javierfigueiredo.blogspot.com/