La cremà de las fallas que tuvo lugar ayer con las crisis -económica, social, financiera y política-, ha bautizado a Cristóbal Montoro como el nuevo gran malo de la película fallera y ha tenido dos salvamentos innovadores, el de una pequeña Virgen de los Desamparados y el de una gran diosa hindú.

Fieles a la tradición, que se prevé inamovible en el calendario valenciano -no se atisba intención alguna de adelantar San José al tercer lunes de marzo-, las llamas han vuelto a ser las grandes protagonistas de una noche que tiene marcado a fuego el término "purificador" y cumple a rajatabla con su sentencia: las fallas se queman y mañana habrá que trabajar ya en las de 2014.

Las fallas grandes de este año se han gastado algo más de seis millones de euros (un 12 % menos que en 2012); de la sección Especial -las más espectaculares y pudientes-, la más cara de 2013 ha sido nuevamente Nou Campanar, con un presupuesto de 315.000 euros (muy lejos ya de aquellos 900.000 gastados en 2008), pero que no le han servido para llevarse el primer premio.

Cumpliendo los horarios y protocolos falleros, todo ello en un ambiente algo fresco pero preludiando la primavera, tras la cremà de las infantiles ha llegado el turno de las grandes.

A medianoche, primero, ha caído la gran mayoría de ellas y después la ganadora de Especial, que este año ha sido la céntrica Convento Jerusalén-Matemático Marzal (240.000 euros), con el lema "Quien paga, manda" y su orondo sultán rodeado de lujos como metáfora del poder absoluto del dinero en la Europa actual.

El colofón ha seguido estando en la falla municipal, en la "zona cero" de la Valencia fallera: la plaza del Ayuntamiento, testigo durante diecinueve días de otras tantas multitudinarias mascletaes de mediodía, paso obligado de vecinos, falleros y turistas y epicentro, también, de las sucesivas protestas con distintas reivindicaciones que se han dejado ver y oír estas fiestas.

La fallera mayor, Begoña Jiménez, cumplía también su ritual y daba, emocionada, la orden que supone el fin de su reinado: la quema del monumento (200.000 euros) que bautiza a Valencia como "La mejor del mundo", todo un alegato turístico aunque con una "paella" que no ha gustado a todos. Sus longanizas, bogavante y mejillones no entran en el recetario clásico del plato valenciano por antonomasia.

Pero daba igual. Con arroz y sin pollo, la falla ha sucumbido a las llamas entre fuegos artificiales, el himno regional, muchos aplausos y las miradas de, entre otras autoridades, el president de la Generalitat, Alberto Fabra, y la alcaldesa, Rita Barberá.

Ha sido este un año de perfil discreto en cuanto a visitas a las Fallas. Ningún miembro de la Casa Real, un ministro -el de Exteriores-, un alto cargo del PP -Esteban González Pons-, muchos embajadores, deportistas locales y una diva, Cecilia Bartoli.

Las cifras oficiales hablan de un millón de visitantes, un aumento del 10 % de visitantes de Madrid gracias al AVE -y a que esta Comunidad pasó al lunes la festividad de San José- y una ocupación media superior al 85 %, con todo lo que ello puede implicar de impacto positivo para la economía de la ciudad.

Las quejas oficiales tienen una clara diana: Montoro. El ministro logró unir a políticos de todo signo y a falleros de toda condición, que clamaron contra las inspecciones sorpresa de Hacienda en pleno día 14. Barberá tachó al ministro de insensible e inoportuno y Fabra se quejó formalmente del "error" cometido.

Y Montoro, caricaturizado -y ya quemado- en numerosas fallas, aglutinó también las quejas sectoriales y políticas por no haber atendido aún su petición de bajada del IVA, que se les ha subido del 8 al 21 %.

En cuanto a los indultos, a los esperados por votación popular (Reino de Valencia-Duque de Calabria en infantil y Na Jordana en grandes) se les ha unido este año una doble innovación.

La alcaldesa decidió que se salvara de las llamas una imagen de la patrona de Valencia presente en la falla municipal infantil, y una discreta comisión (Ceramista Ros-José María Mortes Lerma) hizo lo mismo con una divinidad hindú, aunque obligada tras las airadas protestas de miembros de esta comunidad religiosa.

Si la religión ha salvado del fuego a dos de sus símbolos en 2013, ¿habrá polémica dentro de doce meses con la irrupción del papa Francisco? El imaginario fallero, siempre purificador, afila sus cinceles, hace números y empieza sus bocetos. Siempre satíricos.

Y los niños, los grandes protagonistas de las Fallas, ansían ya ese marzo de 2014 para, con sus petardos, hacer de Valencia la ciudad del sobresalto continuo.