Las emociones son reacciones a las experiencias vividas, recordadas o anticipadas que nos ofrecen información a nivel físico y cognitivo sobre lo que eso estaría suponiendo para nosotros. Como toda reacción, surge sin que podamos controlaras, lo que llegaría a causarnos rechazo cuando se tratara de sensaciones negativas o de malestar. Sin embargo, tienen funciones claras, dejando de ser meras reacciones, pudiendo interpretarse y usándose a nuestro favor. Esta situación parece lejana si nos encontramos al principio del camino, donde queremos negar lo que sentimos. Esa negación tapa la realidad de forma momentánea, haciendo que cualquier emoción crezca y nos nuble.

La validación emocional sería aquel proceso en el cual aceptamos lo que estamos sintiendo ante una determinada situación, escuchamos a nuestro cuerpo y a nuestros pensamientos y generamos un proceso de aprendizaje, la antesala a la gestión y al bienestar. Es indispensable para poder ser cada vez más conscientes, más plenos y con un mayor autoconocimiento.

Respeto hacia mí mismo

Definimos la aceptación como ese punto en el que ante una situación que no podemos evitar, decidimos dejar que entre dentro de nosotros de forma plena, sin resistencias. Sabemos que existiría la otra opción, que es resistirnos, pero que no cambiaría la realidad, por mucho que queramos. Aunque parezca la situación deseable, no siempre sabemos hacerlo, ya que aquello que no nos gusta, nos genera rechazo. Las emociones negativas son unos de esos elementos que querríamos no vivir, sin ser conscientes de su utilidad y su valía.

Cuando hablamos de emociones, tengan el valor que tengan, es importante ver las dos siguientes premisas:

Si somos plenamente conscientes de esos puntos, podemos empezar a entender que la validación emocional es indispensable en nuestra vida, aunque no sepamos cómo llegar a ella. Sin embargo, siempre se puede entrenar, soltando el control y empezando a fluir en el aprendizaje necesario para encarar de forma más eficiente las situaciones que vivimos.

Aunque aceptar la tristeza, la rabia o el miedo parece difícil y creemos que evitándolo nos convertimos en mejores versiones de nosotros mismos, ya hemos visto a lo largo de los años que solo nos genera más dolor, perpetuando muchas de las situaciones difíciles e impidiéndonos desarrollarnos en las diferentes áreas de nuestra vida. Quedarnos en la rabia cuando una persona se va de nuestra vida o sentir tristeza ante la adversidad, solo nos bloquea durante largos periodos de tiempo. No estamos entendiendo para qué funcionan nuestras emociones ni cómo podrían ayudarnos.

Si queremos trabajar la validación emocional, tenemos que empezar por las siguientes pautas:

1. Pongo nombre a lo que me pasa

El primer paso es escuchar a nuestro cuerpo y a nuestro cerebro para poner una etiqueta a eso que sentimos. ¿Es rabia, es miedo o es tristeza? Busca reducir la emoción es su forma más básica.

2. Busco el detonante

¿Qué es lo más reciente que ha habido en mi vida que me haya podido provocar esa emoción? No tiene que ser inmediato, sino que puede tratarse de algo de varios días atrás.

3. Busco la acumulación

Cuando una emoción se eleva va acompañada de varias situaciones anteriores donde se ha dado la misma emoción y que, al no superarse o trabajarse, se han ido acumulando. Solo hay que encontrar esas partes para integrarlas en el problema actual.

4. Entiendo lo que la emoción busca en mí

Cada emoción tiene como fin que logremos hallar una determinada solución. Las pérdidas generan tristeza para alcanzar un desarrollo, las injusticias y las agresiones nos producen la rabia necesaria para cortar con esas situaciones o defendernos y las posibles amenazas provocan el miedo necesario que nos lleve a la seguridad.

5. Establezco un tiempo para sentirla

Toda emoción tiene que ser escuchada, con el tiempo necesario. Ese tiempo abarcará todo lo que la emoción necesite. Cuanto más significativo sea el hecho o más tiempo llevemos acumulando, más espacio necesitaremos.

Nuestras emociones son parte inamovible de nosotros mismos. No son meras reacciones, sino que nos ofrecen una brújula y un mapa que usar y seguir para poder ir superando obstáculos y alcanzar metas. Aquellas que son negativas sí nos van a llevar a la felicidad, pero debemos empezar por validarlas y darles el espacio que nos están pidiendo.

* Ángel Rull, psicólogo.