Cualquiera que haya pisado una uci de neonatos sabe hasta qué punto es importante cuidar la higiene en estos espacios. Bata quirúrgica, casquete para el pelo y unos peúcos para los zapatos. Y por encima de todo, lavarse las manos, frotando por ambos lados hasta la muñeca, y también entre los dedos. Que en esas salas se consiga salvar la vida de prematuros que apenas pesan medio kilo es algo casi milagroso. Pero pueden suceder desgracias. Como la que se ha vivido en estos últimos días en el Vall d’Hebron de Barcelona, donde han fallecido dos bebés nacidos en las semanas 24 y 25 de gestación a consecuencia de una enterocolitis agravada por una bacteria, de nombre klebsiella. El centro ha practicado pruebas a los 45 nacidos antes de hora que tiene ingresados y, aunque se ha detectado el bacilo en ocho de ellos, ninguno presenta síntomas que hagan temer por su salud. Los padres de una de las víctimas mortales han denunciado los hechos a través del Defensor del Paciente. Se quejan de una «negligencia sanitaria» que el centro no admite.

El primer bebé perdió la vida el sábado 20 de abril. El segundo pereció el miércoles 24. Las explicaciones médicas por parte de Vall d’Hebron corrieron ayer a cargo de Rocío Cebrián, subdirectora asistencial, y Magda Campins, jefa el servicio de Medicina Preventiva, que aseguraron que «la edad y el peso han sido determinantes». Explicaron que ambos bebés sufrieron una enterocolitis (inflamación del intestino), «muy frecuente entre los prematuros». Lo que terminó siendo fatal fue la presencia de la klebsiella, que pasó a la circulación sanguínea y causó la sepsis (una respuesta mortal del organismo ante una infección). La primera víctima nació tras 24 semanas de gestación con un peso de 680 gramos. La segunda, a las 25 semanas y con 485 gramos. En ambos casos, recordaron, «existía una alta probabilidad de morir». En España, la tasa de supervivencia con menos de 700 gramos es del 46%. En Vall d’Hebron es del 80%.

BOX CERRADO / El hospital asegura que no se puede hablar de brote y que se ha cerrado el box en el que se recuperaban los bebés fallecidos. Los afectados fueron aislados, tanto físicamente como a nivel de personal sanitario, con profesionales destinados solo a su cuidado. Lo mismo se ha hecho con los otros ocho que evolucionan sin problemas. Todo permite que la planta funcione con normalidad a pesar de que aún no se sabe por dónde entró el germen. Se han tomado muestras tanto del material como de las superficies y el agua de la estancia para encontrar el foco. Los resultados se concerán mañana. Según Campins, esta situación «es relativamente frecuente en los ambientes hospitalarios». Recordó que el centro realiza análisis de los pequeños cada 15 días para detectar la presencia de bacilos. Puestos a teorizar, Campins señaló como posibilidad una «transmisión cruzada y no un foco común», es decir, que el bicho haya saltado de un niño a otro mediante superficies u objetos.