El horror volvió a asomarse en Brasil después de que las autoridades encontraran el lunes a 42 presos muertos en cuatro cárceles de Manaos, capital del estado de Amazonas, en el noreste del país. El coronel Marcus Vinícius, secretario de Administración Penitenciaria, reveló que los fallecimientos en el Centro de Detención Provisional Masculina (CDPM 1), el Complejo Penitenciario Anísio Jobim (Compaj), en la Unidad Prisionera del Puraquequara y en el Centro Penitenciario (CIP), fueron consecuencia de asfixias y perforaciones con cepillos de dientes.«No hubo rebelión, sino una pelea entre los internos», aseguró. Algunos familiares fueron testigos de lo ocurrido.

El domingo perdieron la vida otros 15 presos en el Compaj por un episodio similar, lo que eleva a 57 el total de muertos. En ninguno de los casos se informó de fugas o tomas de rehenes. «Tenemos cámaras internas. Vamos a identificar a los que participaron en los hechos», añadió.

Se trata del primer desastre carcelario al que hace frente el Gobierno de ultraderecha. El Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, que conduce el exjuez Sergio Moro, anunció la intervención de los centros a demanda del gobernador Wilson Lima. Compaj está asociado al espanto desde el 2017 cuando murieron 56 internos por una disputa entre grupos rivales. Las primeras especulaciones sobre lo ocurrido en las últimas horas vuelven a relacionar a las facciones criminales que intentan dominar la vida dentro de las cárceles. A lo largo de aquel 2017, los enfrentamientos en las cárceles de Brasil terminaron con 126 decesos.

SUPERPOBLACIÓN CARCELARIA / «Vamos a abarrotar la cárcel de bandidos. ¿Está mal? Yo prefiero la cárcel repleta de bandidos a un cementerio lleno de inocentes», aseguró Jair Bolsonaro en la campaña electoral que lo llevó a la presidencia. Según cifras del 2016, Brasil cuenta con la tercera mayor población de presos del mundo: entonces eran 726.712 internos. Los especialistas en seguridad no dudan en considerar esas cifras sobrepasadas por una realidad marcada por presidios anacrónicos en donde impera el hacinamiento y gestionados con bajo presupuesto.