Los promotores de la marcha que este viernes ha cruzado Madrid hablaban de "despertar climático", y se diría cierto el eslogan a la vista de la animosa multitud que caminó desde la estación de Atocha hasta la de Nuevos Ministerios. Nunca la ciudad había registrado una manifestación verde tan importante, ni siquiera cuando, este verano, una nutrida parte del vecindario salió a la calle contra el plan del alcalde Martínez Almeida de acabar con Madrid Central.

Algunos pueblos de la patagonia chilena están más cerca entre sí que el punto de inicio y el de llegada de esta marcha. El recorrido, de seis kilómetros, se diría diseñado por senderistas olímpicos. De ahí que entre la cabecera, precedida por diez furgones policiales, y la cola, recogida por otros tantos más dos ambulancias, aparecieran grandes claros que han contribuido al polémico recuento oficial (y aéreo) de asistentes.

Y tanto furgón de los antidisturbios (más medios aéreos, apoyo de Policía Municipal y media docena de ambulancias) al final quedó mano sobre mano en la mayor parte del recorrido... salvo ante la Cibeles, donde el despertar climático tornó en ira; quizá porque en esa plaza está la puerta de un Ayuntamiento gobernado por el PP y Ciudadanos, para la izquierda ecologista emblema del negacionismo climático.

Fueron dos conatos de choque con los policías, a cargo de anarquistas que se escurrieron tras el roce por las aceras de Serrano, escenario poco propicio para esconder pelos punk y cadenas. Resultado: dos detenidos y seis agentes heridos.

Contra Piñera y Bolsonaro

En la parte delantera de la marcha hubo una presencia signifIcativa latinoamericana, sobre todo en torno a banderas chilenas. Ayudaba a sostener una de ellas, llevada en horizontal y decorada con lazo negro, la santiagueña Madeleine Álvarez, residente en Madrid desde hace dos meses, que quería denunciar "la violacion de los derechos humanos bajo el gobierno de Piñera", y comprometerse "porque mañana puedo ser yo también", decía.

Con menos gente, pero vistosa en trajes, maracas y tocados de plumas que eran imán para las cámaras, desfiló también una representación indígena venida de la Amazonia brasileña. "Fora Bolsonaro", gritaban. Gilena Cricachí, la portavoz, explicaba que ha venido a Madrid para clamar "por la salud del planeta y la defensa de la vida".

Los latinos iban mucho más adelante que la representación de distintas ramas de Extinction Rebellion, que lucían en sus banderas sus X y círculos. El grupo Rebel.lió o Extinció Barcelona, portaba una gran pancarta. Iva, integrante del grupo, alemana residente en la ciudad condal, participa en la marcha para acreditar: "Somos muchos, y queremos que las cosas cambien".

Pacífica y festiva

El ambiente era festivo en muchos tramos poblados de niñas y niños. "Aquí están / los ecologistas" coreaba un grupo de escolares. Sobre sus cabezas, numerosas cartelillos escritos en inglés con palo de caña para su fácil transporte.

Los eslóganes más paseados en esos cartones, "Comsuptio consumes you", "The rich pollute a lot", "Denial is suicide", "No time to waste" y "There is not a PLANet B" ("El consumo te consume", "El rico poluciona mucho", "La negación es suicidi", "No hay tiempo que perder" y el juego de palabras "No hay PLANeta B").

Observando el río de gente, Eusebio García, jubilado con una pegatina de CCOO en el pecho, repuso buscando complicidad: "A ver si vienen tantos cuando se trata de pelear por los derechos laborales. Mira Francia, cómo lucha por sus pensiones".

Cuando la cabecera llegó a los Nuevos Ministerios y hablaba Javier Bardem, los últimos pasaban por la plaza de Colón. En la parte alta, los autobuses de tour turístico hacían su agosto con grande colas de viajeros. Y a la sombra de la estatura del almirante, iluminada de azul por los catadióptricos de los furgones policiales, se reunía en absoluto orden un grupo de chinos feligreses de la Iglesia de Dios Todopoderoso, o Relámpago Oriental, o Quaneng Shen Jiaohui, que también se había manifestado.

Se les acercó una familia de evangelistas chilenos a saludar. Este sábado han quedado diversas confesiones protestantes en Madrid a rezar por el clima. "Hasta mañana", dijeron los padres, y una niña que llevaban de la mano, cansada, se fue con ellos arrastrando una cartulina naranja con un letrero manuscrito: "Los cielos cuentan la gloria de Dios. El firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmos 19:1)".