La visita papal que más interés ha despertado en los cuatro años largos de pontificado de Benedicto XVI comenzará el 8 de mayo en Jordania y acabará el 15 del mismo mes en Israel, según explicó ayer el Vaticano, confirmando así las informaciones que han ido publicándose durante las últimas semanas. Más allá del atractivo que supone todo viaje del Papa a Tierra Santa --será el segundo, tras el de Juan Pablo II en el 2000--, este se produce después de dos importantes fricciones entre el mundo judío y la Santa Sede: la originada por el interés de Joseph Ratzinger en beatificar a su antecesor Pío XII, acusado de mirar hacia otro lado durante el Holocausto, y la asociada a la reciente rehabilitación de cuatro obispos lefebvristas, ya que uno de ellos, Richard Williamson, ha negado en varias ocasiones el genocidio nazi. Ahora mismo, ambas parecen aparcadas.

Entre lo más destacado del periplo se encuentran la visita a una mezquita en Jordania, las paradas en el Muro de las Lamentaciones y la Cúpula de la Roca --dos de los lugares más importantes para los judíos y los hebreos, ambos en Jerusalén-- y la llegada a un campo de refugiados palestinos en Belén, el lugar en el que según la tradición nació Jesucristo, donde Benedicto XVI oficiará una misa.

Será un viaje repleto de paradas en lugares bíblicos --el Monte Nebo, el río Jordán o el valle de Josafat--, pero el Pontífice también se entrevistará con autoridades políticas y religiosas de ambos países: desde Abdalá II, rey de Jordania, hasta el presidente de Israel, Simon Peres, pasando por el Gran Mufti de Jerusalén y los dos grandes rabinos de la ciudad israelí, donde también visitará, a medias, el memorial del Holocausto Yad Vashem.