Cada año el festejo de rejones de la feria de Plasencia es una de las citas marcadas en rojo en el calendario taurino del norte de Extremadura. Ayer el principal aliciente era indudable: la primera actuación de Diego Ventura tras la histórica tarde del pasado sábado, en la que se convirtió en el primer rejoneador en la historia en cortar un rabo en la plaza de Las Ventas.

Acompañándole en el paseíllo (que se retrasó media hora por un problema en las taquillas), Sergio Galán y Leonardo. Entre los tres suman más de treinta puertas grandes en Madrid. Casi nada.

El abreplaza fue muestra de lo que iba a ser la corrida. Distraído de salida, sin celo. No dio muchas facilidades a Sergio Galán. Dos vueltas al ruedo con el toro cosido a la grupa de Ojeda fue lo más notable. Toreando a caballo. Con las banderillas hubo poco ajuste en el embroque, el toro no lo permitía. Oreja generosa tras el rejonazo.

Diego Ventura se encontró en segundo lugar con otro animal con poca movilidad que no permitió el lucimiento. Todo lo puso Ventura en una labor en la que el público solo respondió con las piruetas. Trató de provocar sin éxito la embestida con Dólar y las tres banderillas cortas al violín con Remate, con el toro ya cerrado en tablas, fueron lo más destacado. Los aceros le privaron del premio.

El tercero salió mirando más al tendido que al caballo. Corrigió el defecto en banderillas y Leonardo quiso lucirse clavando de poder a poder con Despacio, pero el quiebro fue tan exagerado que casi manda al toro fuera de la plaza. Lo mejor vino con Sol: qué caballo tan torero. Con una exhibición de doma y las cortas acabó el extremeño de formar el lío. Rejonazo en los bajos y dos orejas.

Costaba un mundo encelar al cuarto. Galán lo intentaba todo, pero el toro pasaba de él. Solo atacando se podían poner las banderillas a un toro que parecía un carretón: faena de picadero. Con Embroque consiguió templar las pocas arrancadas del toro, y el par a dos manos con Capricho le habría abierto la puerta grande de no haber fallado con el descabello.

El quinto fue un manso de libro, parecía que iba a ser un marmolillo. Tres capotazos del auxiliador le hicieron romper y apareció el ciclón Ventura, todo entrega, para meterse al público en el bolsillo. A partir de ahí tres banderillas con ceñimiento en el embroque con un Nazarí pletórico y el de la Puebla arrebatado formaron el alboroto.. La gente en pie. Remate también estuvo espectacular en el último tercio. Dos orejas. Qué rejoneador. Imparable.

Parecía que el sexto, al que templó bien de salida Leonardo, iba a ser otra cosa, pero fue un espejismo. También se paró pronto. Dos piruetas arriesgadas en la cara y el diálogo con el público fueron la única forma de darle emoción. La gente agradeció la voluntad de Leonardo con una ovación.