La segunda declaración del celador de Olot (Girona) ante el juez superó ayer los más fúnebres presagios. El empleado del geriátrico La Caritat confesó que, además de las tres ancianas que envenenó con lejía en octubre, acabó con la vida de otros ocho internos en el transcurso de los últimos 14 meses. Y dijo no estar seguro de su inocencia en la muerte de otro residente.

Joan Vila, de 45 años, explicó que mató a seis ancianos suministrándoles por vía oral un cóctel de fármacos previamente triturados. A otros dos les quitó la vida con una sobredosis de insulina, mientras que con los tres últimos optó por el brutal sistema de obligarles a ingerir lejía. El verdugo de Olot no supo explicar por qué cambió de método en los últimos asesinatos. Su único argumento para justificar su acción fue que "los ayudó a morir" para evitarles más sufrimientos, debido a la gran dependencia a la que les obligaba su precario estado de salud.

Vila compareció ayer a petición propia ante el juez de Olot que instruye el caso. Su segunda declaración, que duró tres horas y media, se produjo una semana después de que el magistrado ordenara la exhumación de los cuerpos de ocho ancianos fallecidos en La Caritat debido a que existían serias dudas de que su fallecimiento se debiera a causas naturales, como habían certificado los médicos. El juez adoptó la medida después de que el celador confesara el asesinato de tres ancianas en octubre.

EL PRIMER CRIMEN El empleado del geriátrico nunca había matado a tantos internos en tan corto espacio de tiempo. El primer asesinato lo perpetró el 29 de agosto del 2009, y no volvió a actuar hasta casi dos meses más tarde, el 19 de octubre de ese mismo año. En los meses posteriores fue espaciando los crímenes, sin seguir un patrón regular, pero entre agosto y septiembre de este año inició una escalada de asesinatos (exterminó a cuatro ancianos) que desembocaría en los tres crímenes de octubre.

Los médicos certificaron 10 de las muertes como naturales, y solo la última de ellas levantó las sospechas de un facultativo del hospital de Olot, que alertó a la policía de que la fallecida presentaba quemaduras en los labios y el paladar por la ingestión de un líquido abrasivo. Su diligencia sirvió para desenmascarar al asesino, pero el hecho de que las otras 10 defunciones no levantaran sospechas ha encendido las luces de alarma sobre los protocolos en los geriátricos.

Rafael Berga y Jaume Dalmau, abogados de las familias de tres víctimas, no descartaron que Vila haya cometido más crímenes y recordaron que en su primera declaración aseguró que solo había matado a tres ancianas. El defensor, Carles Monguilod, destacó que Vila explicó que mataba "como si actuara otra persona", por lo que pidió un examen de su salud mental.