En el golfo de México se vive una verdadera guerra: la de evitar que un vertido, iniciado tras la explosión el pasado día 20 de una plataforma petrolífera a 80 kilómetros de las costas de Luisiana, alcance esa línea de tierra donde se encuentran el 40% de los humedales y marismas de EEUU. Hasta ahora es el derrame, que se descubrió a los cuatro días de que explotara y se hundiera la plataforma, el que gana el combate, amenazando el ecosistema de Misisipí, Alabama y Florida. El petróleo se encuentra ya a menos de 32 kilómetros de la costa de Luisiana.

BP, la compañía que operaba la plataforma propiedad de la empresa suiza Transocean (en cuya explosión desaparecieron 11 personas), ha fracasado en su propósito de activar una válvula de emergencia que debería haber detenido el flujo de petróleo desde un pozo a 1,5 kilómetros de profundidad.

Tras los frustrados intentos de accionamiento del mecanismo a través de submarinos robóticos, ayer las autoridades planeaban una estrategia defensiva que evite el desastre. La idea es rodear y tratar de contener el creciente vertido, que rozaba los 130 kilómetros de largo y 65 de ancho, y prenderle fuego. La técnica creará una nube negra y esparcirá partículas por el aire que afectarán a las numerosas especies animales que pueblan la zona. No obstante, la Administración Nacional Atmosférica y Oceánica de Estados Unidos apuesta por esa opción.