Lo que era extremadamente malo ha pasado a ser aún peor. La Guardia Costera de Estados Unidos aseguró ayer que el vertido en las aguas del Golfo de México tras la reciente explosión y hundimiento de una plataforma petrolífera se está produciendo a un ritmo cinco veces más rápido de lo que se había calculado.

Son casi 5.000 barriles de crudo, unos 800.000 litros, los que se escapan cada día por tres puntos de filtración diferentes del pozo subacuático que explotaba la plataforma, según las estimaciones de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica. El riesgo de que el derrame alcance el delta del Misisipí y las marismas es inminente. La mancha estaba ayer ya a menos de 20 kilómetros de la costa y podría tocar tierra hoy mismo, por lo que el gobernador de Luisiana, Bobby Jindal, declaró ayer el estado de emergencia.

También ayer la secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, anunciaba en rueda de prensa que la Administración considera el derrame de "importancia nacional", un paso que abre las puertas a que efectivos y fondos federales se sumen a la lucha tanto privada como estatal para contener el vertido.

El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, defendió que la respuesta de la Administración y del presidente ha sido adecuada. Barack Obama instó a que tanto Napolitano como el secretario de Interior, Ken Salazar, y la directora de la Agencia de Protección Medioambiental, Lisa Jackson, se trasladen al Golfo de México para ayudar. Salazar ya estaba ayer en el centro de mando en Houston (Tejas).

Aunque BP, la compañía que operaba la plataforma propiedad de la suiza Transocean, debe por ley hacerse cargo de los gastos que conlleve la limpieza del derrame, puede contar con ayuda de expertos gubernamentales y ayer la Guardia Costera urgía a la compañía a solicitar refuerzos al Ejército.