Controles tanto higiénicos como tecnológicos más frecuentes y unificados en todo el territorio español. Esta es la principal reivindicación del Consejo General de Veterinarios a raíz de la alerta sanitaria sobre la carne mechada comercializada bajo la marca La Mechá, fabricada por la firma sevillana Magrudis. Los veterinarios son los profesionales encargados de revisar tanto las instalaciones como el material que se utiliza en las empresas que elaboran productos cárnicos.

En la actualidad, hay dos tipos de controles, cuya intensidad depende del tipo de empresa y del tipo de producto alimenticio que elabore. Los primeros controles se realizan por parte de veterinarios municipales o autonómicos que se presentan en las empresas por sorpresa e inspeccionan desde los suelos, las paredes y las puertas hasta los cuchillos, los ganchos y la vestimenta de los empleados. Los segundos, que también son obligatorios, corresponden al sistema de autocontrol: la firma contrata un laboratorio externo que certifica que se cumplen todas las normativas y que el alimento es apto para el consumo. A raíz de la crisis de las vacas locas, la Unión Europea obligó a realizar este tipo de exámenes. «Tenemos un nivel alto de control sanitario, de los mejores del mundo. Debemos mandar un mensaje de calma porque el sistema funciona», explicó ayer en Madrid el presidente del Consejo General de Veterinarios, Luis Alberto Calvo.

Pese al nivel de seguridad existente, la crisis de la listeria -una bacteria que es una vieja conocida de los veterinarios- confirma que se pueden producir fallos y/o errores. En el caso de La Mechá el foco de contaminación, que todavía no está claro, se debió producir después del horneado y el cocinado de la carne. El máximo responsable de los veterinarios explicó que la bacteria -un microorganismo que no se ve salvo que se use un microscopio- no soporta temperaturas superiores a los 82 grados.

adoptar medidas para el futuro/ Además, a pesar de mandar a la población el mensaje de tranquilidad, Calvo se mostró partidario de tomar medidas para prevenir futuros problemas. La más importante es unificar todas las normativas para que no haya leyes diferentes en cada autonomía o ciudad. De esa manera, además, las gestiones de las crisis serían más eficaces porque se conocerían con más facilidad todos los datos necesarios para investigar el foco de la contaminación. Es necesario, añadió, tener una misma estructura operativa. En su opinión, lo ideal sería copiar la fórmula de Castilla y León, donde las empresas de productos cárnicos se someten a dos controles al año. En Andalucía, por ejemplo, se produce un control cada 18 meses.

Otra de las reinvindicaciones del responsable de los colegios de veterinarios es la de incluir a estos profesionales en el Sistema Nacional de Salud. Dos de cada tres enfermedades son compartidas entre el ser humano y los animales, de ahí la importancia de los veterinarios, que, aseguró, son profesionales clave a la hora de investigar enfermedades que preocupan mucho a la población, como la salmonelosis o la gripe aviar.

Alberto Calvo recordó que la listeriosis -las bacterias responsables no son trasmitidas por los animales sino por algo que entra en contacto con su carne- no es ni peor ni mejor que otras enfermedades relacionadas con las contaminaciones alimentarias y que su incidencia no supera los 0,6 casos por 100.000 habitantes. De todos modos, insistió en la importancia de la prevención, pilar fundamental de la seguridad de los productos alimenticios, junto con la higiene y el análisis de potenciales peligros.