Alain Cocq tiene 57 años. Desde hace más de tres décadas vive con una enfermedad rara, tanto que ni siquiera tiene nombre. Las paredes de sus arterias se pegan entre ellas bloqueando el riego sanguíneo. Su extraña dolencia, agravada a lo largo de los últimos años, se traduce en una dependencia total. Vive postrado en una cama, sus intestinos y su vejiga se vacían de manera artificial, se alimenta a través de una sonda. Alain quiere morir.

Con este objetivo, solicitó al presidente Emmanuel Macron, a través de una carta, su «ayuda para irse en paz». Tras la negativa del mandatario galo, dejó de alimentarse e hidratarse el pasado viernes para poner fin a sus días. Su agonía iba a ser retransmitida a través de Facebook «para que la gente sepa cuál es el fin de la vida en Francia», pero ayer la red social bloqueó su emisión.

«Aunque respetamos su decisión de querer atraer la atención sobre esta compleja cuestión, en base a los consejos de expertos hemos tomado medidas para impedir la difusión en directo en la cuenta de Alain, pues nuestras normas no permiten la representación de intentos de suicidio», declaró un portavoz de Facebook. Pero Alain no se rinde. «Facebook me bloquea la difusión del vídeo hasta el 8 de septiembre. Juzguen ustedes mismos», escribió, y anunció un sistema alternativo en 24 horas. «Esto no es un suicidio», dice.

Alain tenía 23 años cuando resbaló por las escaleras y se dislocó la rodilla. Fue al pasar por el quirófano cuando los cirujanos, atónitos, se percataron de que su sangre no circulaba. Un profesor de medicina estimó su esperanza de vida en unos 15 días.

Ante tal vaticinio, Alain, originario de Dijon, decidió convertir su dolencia en la lucha que marcará su vida. En 1993, valiéndose de su silla de ruedas, viajó desde su ciudad hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo para visibilizar la causa de las personas con discapacidad. Sería la primera de otras aventuras: una vuelta por Francia y tres tours por Europa, siempre en silla de ruedas.

Mucho ha llovido desde aquel invierno del 2018. «Ya no soporto la silla de ruedas, es sacarme de la cama y me pongo a gritar», relata ahora a Le Monde. «Mi situación está empeorando cada vez más. Estoy perdiendo el oído, estoy perdiendo la vista, solo veo formas […], desde hace varias semanas sufro descargas eléctricas que van desde mi cerebro […] hasta la punta de los dedos de las manos y los pies. Es como si me estuviera hirviendo el cerebro», describe.

Ante la degradación de su salud, el pasado 20 de julio Alain envió una carta al presidente francés solicitando su autorización para ser sedado en nombre de «una muerte digna». «No pido la eutanasia o el suicidio asistido, mi objetivo es recibir el último cuidado, es decir, una píldora que me alivie totalmente el dolor que me ha torturado durante 34 años», explicó. Estimando que acceder a tal demanda supondría «pasar por encima de la ley», Emmanuel Macron rechazó su petición el pasado jueves.

A pesar de la gravedad de su dolencia, Alain está en fase terminal de una enfermedad incurable y, por este motivo, no puede beneficiarse de la ley Claeys-Leonetti, que permite una sedación profunda y continua hasta la muerte. En esta tesitura, este enfermo confirmó su decisión de detener sus tratamientos, su hidratación y su alimentación este mismo viernes. Quiere que su sufrimiento sea retransmitido en directo. «Este vídeo será un testimonio […] para dar a conocer las condiciones de la muerte de la mayoría de los ciudadanos en Francia, no es normal que tan pocas personas se beneficien de cuidados paliativos», estima. Será su último combate. H