TLta carretera, como Diosa sangrienta, diariamente se cobra su tributo, que aceptamos y que tratamos de justificar rodeándolo de un halo de azar, de generación espontánea, de que es cosa del destino, fruto de la casualidad y que, por consiguiente, está fuera de nuestro control y poco se puede hacer para evitarlo. "El estaría de Dios" suele estar siempre presente, como bálsamo, en el goteo incesante y cómo no, en las grandes tragedias donde el espanto nos asola. Inaceptable consuelo. Los accidentes, todos los accidentes: tren Alvia de Santiago, avión de los Alpes, autocar de Tarragona, se pueden evitar, es más, todos estamos implicados en esta ardua tarea.

Anticipándose en el tiempo, decía el filosofo griego Voltaire "lo que nosotros denominamos con este nombre es el efecto de alguna causa que no vemos. Si pudiésemos determinar la causa de un accidente, tendríamos mayores posibilidades de prevenirlo." Siguiendo este pensamiento y centrándonos en los accidentes de tráfico, cabría preguntarse ¿son los vehículos que conducimos seguros? ¿Las vías y el entorno del tráfico son peligrosos? ¿Es erróneo el comportamiento de conductores, peatones y usuarios?.

Como dice el conocido apotegma, "de todo hay en la viña del Señor". El accidente de tráfico debe considerarse como un fallo en el desempeño de las habilidades, aptitudes y actitudes de los que en ellos intervienen, amén de que, rara avis, circunstancias muy especiales lo desencadenen. Granizo, en el accidente del pasado domingo, en la A-66 a su paso por Vallejera de Riofrío (Salamanca). Choque en cadena con 15 vehículos implicados, ¿se podría haber evitado este accidente? ¿O el del autocar de Tarragona?. Lamentablemente, seguro que sí.

El llamado factor humano está siempre involucrado en cualquiera de los elementos de riesgo que se presentan cuando conducimos. Tanto el vehículo como la vía son objetos de la técnica, pero es el hombre el que al hacer uso de ellos debe ajustar su comportamiento a una utilización segura. Del conductor dependen la toma de decisiones que implica la conducción; antes, durante e incluso después de un viaje.

Es el factor conductor quien decide cuando llevar el vehículo al taller, el medio de desplazarse si está cayendo una tormenta, parar ante el sueño, el cansancio, no distraerse, por ejemplo, vía móvil, respetar las normas y señales, e importante, saber siempre valorar si sus facultades psico-físicas le permiten empuñar el volante con seguridad.

La Administración, los diseñadores y fabricantes de vehículos y los ingenieros que cuidan de la vía deben cumplir con suma dirigencia y rigurosidad la tarea a ellos encomendada, pero ésta, lamentablemente, siempre quedará supeditada al factor humano, como auténtico y final desencadenante del vía crucis de la carretera.