De acuerdo con las predicciones de la NASA, el 2005 será uno de los años más cálidos jamás registrados. El análisis de los casquetes glaciales revela que las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son mayores que en ningún momento de los últimos 650.000 años. Los niveles de los océanos aumentan dos veces más rápidamente que en el pasado. En Europa hemos presenciado sequías, incendios forestales de gran escala e inundaciones devastadoras. El huracán Katrina ha demostrado, por su parte, los enormes costes asociados a los fenómenos meteorológicos extremos.

El encuentro de Montreal ha sido la primera ocasión en que las partes del Protocolo de Kioto se han reunido desde su entrada en vigor el pasado mes de febrero. Ahora, las naciones desarrolladas deben ponerse a la cabeza a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Tienen que dar ejemplo y preparar el camino para un esfuerzo global más decidido. Nuestra experiencia en Europa demuestra que es posible reducir las emisiones de forma rentable y generadora de beneficios paralelos, por ejemplo una mayor eficiencia energética y una mejor calidad del aire. La UE ha implantado unas 30 medidas, entre las que se cuentan los objetivos de incremento de la cuota de las energías renovables, los compromisos de la industria del automóvil de reducir las emisiones de los vehículos, una variedad de medidas de eficiencia energética y una significativa financiación de la investigación y el desarrollo tecnológico.

La piedra angular de nuestro enfoque es el régimen de comercio de derechos de emisión que se lanzó el pasado mes de enero. Este régimen abarca 11.500 instalaciones industriales con consumo intensivo de energía, que son responsables de cerca de la mitad de las emisiones de CO2 de la Unión Europea. Se establecen límites y se otorgan derechos de emisión negociables. Si una instalación industrial rebasa su límite de emisiones, necesita comprar un derecho a otra instalación que pueda descender por debajo de su autorización. Este enfoque constituye la vía más económica y flexible de reducir emisiones, de modo que cabe señalar que este año ya se han negociado unos 230 millones de toneladas de CO2 por un valor de entre 3.000 y 4.000 millones de euros. Nuestro enfoque también acepta créditos de proyectos de reducción de emisiones en terceros países y puede vincularse con regímenes similares en cualquier lugar del mundo.

Este enfoque funciona. Aun sin tener en cuenta los 10 nuevos miembros de la Unión, donde la reestructuración industrial ha permitido reducciones de CO2 particularmente pronunciadas, las emisiones de los restantes 15 miembros de la UE cayeron en un 1,7% entre 1990 y 2003, mientras que sus economías crecieron en un 28%.

Entre nuestros esfuerzos por aplicar lo que hemos firmado figura el cumplimiento de nuestra obligación de apoyar a los países en desarrollo a que aborden el cambio climático. Los estados miembros de la UE aportarán la mayor parte de los 410 millones de dólares de asistencia que se prometieron en el año 2001.

Las proyecciones científicas anuncian que, si las emisiones a escala mundial siguen aumentando después del 2025, los incrementos significativos de temperatura son seguros. Esto nos deja poco tiempo para ponernos de acuerdo sobre la acción necesaria después de la expiración de los objetivos de Kioto en el 2012. Somos plenamente conscientes de que ganar la batalla contra el cambio climático exigirá costes mucho más intensos a las naciones desarrolladas en el futuro. Sin embargo, ello también requerirá una participación activa de todos los grandes países emisores, de acuerdo con sus respectivas capacidades y necesidades de desarrollo.

Tenemos, pues, la mirada puesta en que, tras la reunión de Montreal, se inicie un proceso que lleve a negociaciones oficiales sobre un futuro régimen del clima con un calendario de acciones futuras. Aunque los detalles de cualquier régimen futuro necesitan todavía perfilarse, la posición de la Unión Europea es que este debería facilitar una amplia participación, unos compromisos diferenciados y el uso de instrumentos basados en el mercado para mantener bajos los costes de reducción. Es preciso asimismo incrementar el apoyo a la innovación tecnológica e implantar políticas que nos ayuden a adaptarnos a aquellos efectos del cambio climático que ya son inevitables.