En el kilómetro 60 de la larga carretera que une las dos principales ciudades de Mauritania, Nuakchot, la capital, y Nuadibú, a Alex Recolans, un periodista que viajaba con la caravana solidaria asaltada la noche del domingo, casi se le saltan las lágrimas al recordar los momentos de angustia que su grupo sufrió minutos después de que el Barça marcara el gol de la victoria al Real Madrid. Gritos de victoria por el éxito de su equipo que, poco después, acabaron en caras de estupefacción cuando la radio de su vehículo informó: "Chicos, ha pasado algo grave".

El vehículo en el que viajaban Albert Vilalta, Roque Pascual y Alicia Gámez apareció vacío, con las puertas abiertas y las luces encendidas. Huellas de un todoterreno y seis casquillos de balas en el suelo vaticinaron lo que más tarde se confirmó: un secuestro de desconocidos que "podrían pertenecer a Al Qaeda en el Magreb Islámico", decían algunos grupos de militares que portaban unos enormes rifles.

Recolans sentía pavor de que esta corresponsal continuara la ruta después del secuestro de los tres cooperantes que ha puesto en pie de guerra a todas las fuerzas de seguridad que vigilan los alrededores de los 475 kilómetros de la única ruta asfaltada que une la ciudad más importante del país, Nuadibú, con la capital, Nuakchot. Normalmente esta carretera suele estar muy transitada, pero desde el rapto, pocos vehículos se atreven a tomarla. La soledad en la carretera es más que palpable salvo por las decenas de camellos que se ven pastando entre los arbustos que destacan sobre la llanura del desierto, del enorme desierto mauritano por donde se podían haber desvanecido los secuestradores con sus tres rehenes. Esta es una de las hipótesis que hasta anoche seguían manejando las autoridades del país africano.

Una enorme columna de humo se levanta de repente al paso de un coche de la policía local. Se detiene: "¿Aún tenéis para mucho tiempo por aquí?", pregunta un agente con rostro disgustado. Crece la tensión alrededor de la que hasta ahora había sido la tranquila y principal carretera de Mauritania, que se construyó hace solo cinco años con el deseo de mejorar las comunicaciones de un país con extensiones inmensas de dunas móviles y altiplanicies pedregosas. Hasta esa fecha, los mauritanos debían tomar pistas cercanas al mar; una dura alternativa que suponía casi un día de trayecto para alcanzar la ciudad de Nuadibú.

Siguiendo el camino hacia el interior se van alejando las familias nómadas que malviven en ambos lados de la carretera bajo jaimas. Esta población, "natural del desierto", según asegura la chófer del vehículo en el que viaja esta corresponsal, está creciendo mucho y teme que el secuestro de los tres cooperantes españoles "espante" a los ciudadanos. "Los mauritanos rechazamos el extremismo religioso y la tierra no es fértil para acoger asesinos" apuntaba la conductora dando por hecho que el grupo fundado por Osama bin Laden está detrás de la captura de los tres españoles.

Pensando en regresar

La cara del cooperante Alex se descompone y hace un gesto de vuelta a la capital, Nuakchot, que contemplaba los últimos minutos de un bello paisaje, aunque ensombrecido por el secuestro de sus compañeros del convoy. "Volveré", aseguró, tras confirmar que los 30 componentes de la caravana solidaria retomarán hoy la expedición hacia Senegal para depositar todo el material que desde hace dos días permanece en las instalaciones de la embajada española. Aquí los ánimos de los cooperantes están por los suelos. "El tiempo corre y lo vemos más difícil", señaló Josep Ramon Giménez, el responsable de comunicación de la Caravana Solidaria 2009 que, a pesar del golpe, continuará llevando alegría "allá donde lo necesiten".