Llevaba 30 horas sin dormir y tres vuelos empalmados cuando Aleix volvió ayer a pisar suelo español. De Montreal a Fráncfort, de ahí a Zúrich y, finalmente, a Valencia. Voló a la tercera, porque le cancelaron dos salidas previas, y tras haberse pasado la última semana con el visado que le dieron en septiembre ya caducado.

En la sala de llegadas del aeropuerto de Manises, antes de poder abrazarse con su padre le esperaba un control de temperatura y un buen fajo de formularios para intercambiar, informándole de su situación y dando cuenta él de su estado de salud, de contactos que hayan podido sufrir recientemente el coronavirus, de cuál va a ser su domicilio en las próximas dos semanas y de un teléfono para controlarlo. Porque a este becario del ICEX le toca pasar la cuarentena.

Repatriaciones

Catorce días de desplazamientos limitados a los indispensables y siempre con mascarilla. Le toca pasarla a él y a todo el que ha llegado a España desde que hace una semana se levantaron las restricciones de vuelos internacionales, que los limitaron durante dos meses básicamente a repatriaciones y a la llegada de material sanitario.

Desde entonces, pero con cuentagotas, empezaron a llegar aviones a los aeropuertos que ha seleccionado el Ministerio de Fomento. El LX2142 de Swiss Air con origen en Zúrich reestrenó las pistas de la infraestructura valenciana con un Airbus A220-100 con capacidad para 125 pasajeros, que en un espacio aéreo casi virgen se adelantó 12 minutos, en el que todos debieron ir con mascarilla y donde no hubo problemas para cumplir las distancias de seguridad.

«Iríamos unos 45 pasajeros. Yo iba solo en mi fila, sin nadie delante ni detrás», contó Sergio, que trabaja de albañil en Alemania. «Vuelvo porque tengo que hacer papeles», explicó sin entrar en detalles. «Pasaré por casa de mis padres para verlos desde fuera y me iré a mi casa», detalló. En apenas unos días ha podido organizar el viaje, contó. «Es que allí todo es mucho más rápido», apuntó sin evitar la pulla. Esas cuatro decenas de viajeros permiten hacerse una idea de quién decide volar a España ya en desescalada pero aún en pleno estado de alarma: los que no tienen más remedio y los que se vuelven a casa y no pudieron hacerlo antes.

Entre los primeros, un treintañero visiblemente afectado. A su padre le operan en una semana de un tumor cerebral. También estaban Fernando e Isabel, que venían a ver a la anciana y enferma madre del primero y que han tenido que aportar partes médicos para justificar su viaje, pero también análisis propios que confirmaban que estaban limpios de covid-19.

Aun así a última hora tuvieron un susto. «Llamé ayer al consulado español y me dijeron que no teníamos permiso y me puse a llorar», explicó Isabel. Una segunda llamada a España le devolvió cierta calma, que no fue total hasta que no despegaron. No todos lo pudieron hacer. «En Zúrich se ha quedado una alemana, no la han dejado pasar», contó Fernando. No sabía si por falta de motivo para viajar o de acreditación de su salud.

Entre los que volvían a casa, con mucha mejor cara, estaba Ingrid, alemana afincada en Alicante y ávida de sol, y María José, que lo hizo desde Alemania junto al despierto Abel, al que su abuela Encarna enganchó nada más apareció. «Teníamos que haber vuelto el 30 de marzo pero han ido suspendido los vuelos», relató María José, a quien la cuarentena no parecía suponerle demasiado a cambio de estar de vuelta. «Han dicho que nos llamarán», comentó tranquila.

Excepción incluida

El vuelo incluyó incluso una de las pocas excepciones que recogen la estricta normativa de bienvenida. «Es un capitán de barco, yo creo que por el nombre es ucraniano y lo tengo que llevar directamente al puerto de Castellón», desveló un veterano taxista. Tripulaciones, trabajadores transfronterizos y transportistas, además de sanitarios, están excluidos de las medidas siempre que vayan a trabajar y no hayan estado en contacto con personas infectadas.